martes, 5 de julio de 2016

LAS TRAMPAS DE LA MISANTROPÍA


UNA APROXIMACIÓN A LA INTERPRETACIÓN DEL CUADRO DE BRUEGHEL


Manuel Fernández Espinosa

A la maestría técnica que caracteriza a los maestros flamencos, este cuadro de Pieter Brueghel el Viejo (Breda. 1525/1530-Bruxelas, 1569) añade una enseñanza. El cuadro es de 1568, un año antes de finar su autor, se conserva en el Museo Nazionale di Capodimonte (Nápoles) y se le conoce como "El misántropo".

La leyenda que va al pie del mismo reza:

"Om dat de werelt is soe ongetru / Daer om gha ic in den ru".

"Debido a que el mundo es tan traicionero / Me visto de luto".

La figura enlutada con largo manto, encapuchada, de luenga barba y afilada nariz, destaca en primer plano por su esbeltez y el negro de su vestido, contrastando con el ameno paisaje del fondo en el que se puede ver un molino de viento, un pastor con su rebaño, árboles y campo. El hecho es que el personaje principal -el encapuchado, el misántropo- no avanza hacia la derecha, sino que camina hacia la izquierda, con lo que con ello se nos insinúa simbólicamente que no avanza, sino que retorna, que parece "estar de vuelta".

El personaje agachado que va a la zaga del encapuchado es tal vez la figura enigmática que más contribuye a añadir una inquietante atmósfera al cuadro; sin ese personaje de ojos desorbitados, propios de un poseso o de un demente, el cuadro no sería otra cosa que la representación del paseo de un ermitaño o un peregrino haciendo su camino. A todo esto, el misterioso personaje que sigue al misántropo está indeterminado sexualmente: podría ser lo mismo un hombre que una mujer fea y loca. Sea lo que sea, va descalzo, vestido con lo que parece un camisón o blusón y no sólo destaca por su cara alucinada y hasta maligna, sino que -por si fuese poco- está introducido en una esfera que parece de cristal, de la que sólo tiene fuera las piernas y los brazos.

La esfera, al estar rematada por una cruz, evoca el Orbe (la bola del mundo) como atributo de la realeza: el rey, coronado, era frecuentemente representado con Cetro (en el caso de San Fernando Rey, con espada) y con el Orbe, siendo el Orbe el símbolo del territorio sobre el que el rey imponía su gobierno, el reino. Pero más que un símbolo político, cabe presumir que la indefinición sexual del personaje de la esfera podría sugerirnos que se trata de una de las dos partes que compondrían el andrógino primordial; recuérdese que -según Platón- el hombre en estado paradisíaco era andrógino y esférico, siendo la esfera la imagen de la totalidad y de la perfección. ¿Qué es lo que hace ese personaje misterioso? Agachado, en actitud sigilosa, sin que lo advierta el meditabundo encapuchado, parece que le está quitando algo; algunos han creído ver burdamente que le quitaba la bolsa de monedas, pero lo que ostenta en sus manos parece un órgano desgarrado, en concreto un corazón.

Dos elementos quedan todavía que pasan inadvertidos para los ojos si no se mira bien el suelo sobre el que pisa el encapuchado. Por un lado, vemos tres abrojos a los que se aproxima el personaje principal. Estos abrojos, llamados por los romanos "caltrops" o "tribulus" fueron usados desde antiguo como trampa para pies. Flavius Vegecio dice: "Un abrojo es un artefacto compuesto por cuatro pinchos unidos de tal forma que de cualquier manera que se lance al suelo, descansa sobre tres y presenta el cuarto hacia arriba" ("De re militari"). 

Tríbulos o abrojos del camino


Un poco más arriba de los abrojos, pueden verse dos setas. Sobre las setas nos dice Angelo de Gubernatis (Turín, 7 de abril de 1840 – Roma, 20 de febrero de 1913) que: "A cause de leur génération apparemmet spontanée, Porphyre appelait les champignons fils des dieux. Le héros solaire se cache parfois sous un champignon; dans ce cas, évidemment, le nuage est représenté comme un champignon. [...] On m'écrit de la Terra d'Otranto que l'on y croit vénéneux les champignons qui poussent près du fer, du cuivre, ou de quelque autre métal. Cette croyance tient sans doute à l'usage peut-être tout aussi superstitieux de jeter une pièce de métal dans l'eau où l'on fait bouillir les champignos, avec l'idée que la substance vénéneuse des champignons, dès qu'on les cuit, s'attache immédiatement aux corps métalliques." ("La mythologie des plantes ou les legendes du regne vegetal", Angelo de Gubernatis.)

Traducido a la ligera leemos: "Debido a su aparente generación espontánea, Porfitio llama a las setas "hijas de los dioses". El héroe solar a veces se esconde debajo de una seta, presentándose en ese caso la nube como un hongo [...] Según he oído en mi Tierra de Otranto, se cree que las setas venenosas crecen cerca del hierro, el cobre o algún metal. A esta creencia se debe probablemente que se lance supersticiosamente una pieza de metal en el recipiente donde hirvieron setas, con la idea de que el veneno de la seta se adhiera en la cocción al cuerpo metálico".

Una vez expuestos los elementos que nos parecen más significativos del cuadro es la hora de ofrecer una interpretación simbólica del mismo.

Del misántropo en general dice nuestro Padre Juan Eugenio Nieremberg (Madrid, 9 de septiembre de 1595 - ibíd. 7 de abril de 1658) que "...hubo filósofos que aborrecían grandemente a todo el género humano, por verle guiarse por pasión y no por la razón: entre los cuales Timón, filósofo ateniense, fué el inventor y el más apasionado predicador de esta secta; porque, no sólo se nombraba enemigo capital de los hombres, diciéndolo á todos en su cara, pero hacía obras tales que confirmaban sus palabras; como fueron no conversar ni morar entre gentes, vivir siempre en el desierto con las bestias y fieras, apartado de toda vecindad y poblado, porque nadie le visitase". El juicio que le merece a Nieremberg la actitud de Timón de Atenas lo resume así: "Faltó a este filósofo la fe y la caridad; y así, no distinguiendo entre la malicia y la naturaleza humana lo aborreció todo, habiéndose sólo de aborrecer la malicia pero amar á la naturaleza." ("Diferencia entre lo temporal y eterno")

El misántropo no es un personaje simpático desde el punto de vista del cristianismo por faltar a la caridad y la fe. Nuestro encapuchado se ha apartado de toda la industria de los hombres (el molino de viento), se mantiene lejos de los hombres (del pastor -el gobernante- y del rebaño -los gobernados), anda por los yermos cabizbajo, oculto en su manto negro, con los labios fruncidos y mano sobre mano, en una actitud corporal que indica recelo, incluso parece querer tener a distancia la naturaleza (los árboles); pero su voluntad de apartarse de todo trato con las gentes es frustrante, el mundo -el siniestro personaje que lo persigue- le está robando el corazón: toda fuga es fallida, lo que se demuestra en ese personaje siniestro que le sigue, dentro de la esfera (¿la otra parte andrógina que le faltó al misántropo para reintegrarse? ¿su pareja fallida y depravada hasta devenir en súcubo que le burla y le sustrae el corazón?); el camino del misántropo no parece buen camino, sus pies bajo el manto talar lo dirigen -en su ensimismamiento- en derechura a los abrojos. Las setas han crecido cerca del hierro de los tríbulos férreos (resonando las antiguas supersticiones que refería Gubernatis), pero a su vez tengamos en cuenta que las setas siempre son equívocas: pueden ser sabrosos alimentos, pero si no se las sabe distinguir, también son un veneno mortífero.

El misántropo no se librará del mundo traicionero, por mucho que vista de negro. Se requiere otra actitud. 

Dos setas

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