domingo, 10 de julio de 2016

EL PASO HONROSO DE SUERO DE QUIÑONES

SUERO DE QUIÑONES Y LA DEFENSA DEL PUENTE
Manuel Fernández Espinosa
El 10 de julio del año del Señor de 1434 un caballero leonés, por nombre Suero de Quiñones, armado, se puso a mantener el puente de Órbigo, entre Astorga y León, paso obligado del Camino Francés que llevaba y traía a los peregrinos europeos a Compostela.





Era Suero hijo segundo de Diego Fernández de Quiñones, Merino Mayor de Asturias, y Doña María de Toledo, servidor de Don Juan II, Rey de Castilla y León. Enamorado de una hermosa dama llamada Doña Leonor de Tovar, Suero de Quiñones no hallaba remedio a su mal de amores. Apurado en este trance, escribió una carta a Enrique de Villena "El Nigromante", haciéndosela llegar por Sancho de Jarava, en la que le pedía a Enrique de Villena, "salutífero consejo".
ENRIQUE DE VILLENA Y LOS DE CALATRAVA

Enrique de Villena había sido Gran Maestre de la Orden de Calatrava desde el año 1404 al 1407. Y consta su presencia en nuestra comarca calatraveña. Perdió muy pronto a su padre, Pedro de Aragón, en aquel estrago que para la nobleza castellana fue la batalla de Aljubarrota. "Fue pequeño de cuerpo e grueso, el rostro blanco e colorado, e, segunt lo que la esperiençia en él mostró, naturalmente fue inclinado a las çiençias e artes más que a la caballería e aun a los negoçios çeviles nin curiales" -nos cuenta de él Hernán Pérez de Guzmán, que también nos dice de él que: "él, contra voluntad de todos, se dispuso a aprender". Sin embargo, debido a su alcurnia y, según piensan algunos a ciertos propósitos del rey, Enrique III lo hizo Gran Maestre de la Orden de Calatrava. Una vez convertido en Gran Maestre, Enrique de Villena fijó la corte maestral de Calatrava en el castillo de Porcuna. Sin embargo, según sus contemporáneos, las pasmosas capacidades que Villena tenía para el estudio y las ciencias contrastaba con lo que era para la vida práctica: "ansí era este don Enrique ageno a remoto non solamente a la caballería más aún a los negocios del mundo e al rigimiento de su casa e fazienda era tanto inábile e inabto, que era grant maravilla". Esta ineptitud para los negocios mundanos puede ser que fuese el motivo por el cual algunos freyles y caballeros calatravos andaran disgustados y mal avenidos con Villena y, a la muerte de Enrique III, aprovechando que había desaparecido el protector de Villena, conspiraron para derrocarlo de su cargo en la Orden. En ello tuvo mucho que ver quien le vendría a suplantar como Gran Maestre en el año 1415, Luis González de Guzmán. Durante el mandato de Enrique de Villena, muchos caballeros calatravos le negaron la obediencia.
Cuando Suero de Quiñones consultó con Enrique de Villena sus cuitas de amor, Enrique ya había sido desbancado del Maestrazgo y se hallaba retirado en su villa de Iniesta, entregado a sus estudios, traduciendo y escribiendo sus obras, muchas de las cuales fueron quemadas tras su muerte, pues "este amor de las escrituras non se deteniendo en las çiençias notables e católicas, dexóse correr a algunas viles e rahezes artes de adevinar". Se creó toda una leyenda de Enrique de Villena, pintándolo como alquimista, astrólogo y mago. Ciertamente, su curiosidad le llevó a explorar las ciencias herméticas y su poliglotismo le permitió traducir a Dante y leer a los cabalistas. Dice Pérez de Guzmán que en vida esto le enajenó el respeto de sus contemporáneos: "E por esto fue habido en pequeña reputaçion de los reyes de su tiempo e en poca reverençia de los caballeros". Sin embargo, Juan de Mena lo inmortalizó en su "Laberinto de Fortuna" dedicándole estos versos:
Enrique de Villena
"Aquel que en el Castalo monte resuena,
Es Don Enrique Señor de Villena,
Honra de España, y del siglo presente.
O incluyo, Sabio, Autor muy sciente,
Otra, y aun otra vegada yo lloro,
Porque Castilla perdió tal tesoro,
No conocido delante la gente.
Perdió los tus libros, sin ser conocidos,
Y como en exequias te fueron ya luego,
Unos metidos al ávido fuego,
Y otros sin orden no bien repartidos."

Y el caballero Suero de Quiñones, como hemos dicho arriba, le consultó sobre la cuestión de sus amores contrariados. Enrique de Villena le respondió, contestándole en la su villa de Iniesta con una carta, en la que destaca la solución que le da: "¿Quieres amado ser? Ama". Y añadía el sabio: "Según natura, esta regla contiene verdad e, según evidencia, parece lo contrario. E los enxemplos recordados que d'esto parecen en el piélago de las estorias gran consolación en este caso ministran, representando la penosidad que cuida ser particular". Enrique, el Astrólogo, explicó a Suero que la mala disposición de los astros, amén de otros inconvenientes elementales, eran la causa de tanto desamor como sufría el esforzado caballero.

Por ende, recomendaba Enrique de Villena a Suero de Quiñones: "E, sobre todo esto, dirigir vuestros ruegos al soberano Dador que mantiene e hizo el natural orden e puede mudar aquél cuando le plaze, que restringa las adversantes constelaciones e será último e mayor refugio vuestro, que por justas en su acatamiento los que justas le piden cosas, sus infinita bondad e langueza consuela infaliblemente a los que recurren al divinal auxilio, a quien plega tenervos en su guarda e hazer que por nos seades amado que hasta agora desamado fuestes". Por lo que no tendría que ser tan brujo como algunos lo pintaron, cuando daba tales consejos de resignación cristiana.

LA DEFENSA DEL PUENTE

No sabemos si los consejos de Villena a Suero de Quiñones surtieron efecto y el caballero leonés los siguió, pero no parece que un caballero quedara satisfecho con resignarse, por lo que se determinó a publicar su amor a Leonor de Tovar llevando una argolla al cuello en señal de esclavitud. Era ésta una inmemorial costumbre germánica que pone al descubierto que incluso en la Baja Edad Media española todavía se seguían usos germánicos, pues -como he dicho en otro artículo: "Esta usanza se encuentra recogida en la "Germania" de Tácito: "Los más valientes se colocan, además, un anillo de hierro (cosa ignominiosa para esta gente) y lo llevan como una atadura hasta que se liberan de ella con la muerte de un enemigo".
Para librarse de esa argolla, Suero de Quiñones se presentó un día ante el rey Juan II, seguido con sus más afectos amigos caballeros y le dijo al rey, ante toda la corte:
"Señor: Deseo justo e razonable es que en los que en prisiones o fuera de su libre poder son, desear la libertad e como yo -Suero de Quiñones- sea en prisión por una señora, por la que traigo todos los jueves este fierro, según es notorio en vuestra magnífica Corte. Yo, poderoso Señor, he concertado mi rescate -de esa prisión- en trescientas lanzas rompidas por el asta con fierros de Milán de mí e de estos nueve caballeros que aquí son...".
Y así se fizo.

Desde el 10 de julio hasta el 9 de agosto estuvo allí Suero de Quiñones, con los caballeros sus amigos que se le ofrecieron para contender con todos los aventureros que quisieran pasar el puente de Órbigo. Se le llamaba "mantenedores" a los que defendían el lugar (un puente, la puerta de un castillo...) y "aventureros" a los que, por buscar gloria en hechos de armas, acudían a la llamada de estos desafíos. Suero de Quiñones era espléndido: él ponía a disposición de sus adversarios -y a expensas de su bolsa- las armas. No se trataba de un desafío que para entablarse hubiera requerido ninguna afrenta; era algo así como lo que hoy día llaman "deporte", pero con un sentido muy elevado de la arriesgada empresa que, en este caso, era librarse de la argolla que Suero de Quiñones hubiera hecho promesa de llevar al cuello por su dama. Hubo otro caso parecido en el Passo de la Fuerte Ventura, en Valladolid, al año 1428 y son muchos los que se pueden contar en Francia: el Pas du Chevalier Aucygne, el Pas de la Dame Sauvage...

Esta proeza caballeresca fue parodiada después por Cervantes en el Quijote, caballero que, ya a los de su tiempo, parecía estrafalario por sus arreos y que, a cada dos por tres, allá por donde iba cerraba el camino a los viajeros, estorbando a las caravanas
de mercaderes, espantando a los cortejos fúnebres y desafiándose con el vizcaíno por ver que todos alababan la fermosura de Dulcinea del Toboso. Pero la gesta protagonizada por Suero de Quiñones en el Passo Honroso de la Puente de Órbigo no era en su época ninguna hilarante caricatura. El caballero, enamorado de una dama cuyo nombre mantiene en secreto por honrarla, llevaba al cuello todos los jueves una argolla como símbolo de su esclavitud amatoria.    Y estos fueron los amigos de Suero de Quiñones, los que en prueba de amistad y lealtad se batieron en la demanda de Suero, retando a cualquier caballero que tuviera voluntad de pasar el Puente de Órbigo:

"Lope de Estúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Álvaro hijo de Álvar Gómez, Sancho de Ravanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Ríos y Gómez de Villacorta".
Esas cosas pasaban en el norte, pues aquí -en las Andalucías- harto teníamos con librarnos de los moros que todavía, desde Granada arrasaban nuestras tierras, secuestraban a nuestros antepasados y no daban tregua a nuestros caballeros, que no tenían tiempo para defender puentes por la gloria de sus damas.
BIBLIOGRAFÍA:
Pero Rodríguez de Lena, "Libro del Passo Honroso defendido por el excelente cavallero Suero de Quiñones", Espasa-Calpe, Madrid, 1970.

Epistolario de Enrique de Villena.
Hernán Pérez de Guzmán, "Generaciones y semblanzas".
Juan de Mena, "Laberinto de Fortuna".
Gutiérrez Pérez, José Carlos, "Martos y su comarca en la Baja Edad Media".
Fernández Espinosa, Manuel, "El origen germánico de las órdenes religioso-militares católicas", RAIGAMBRE..

sábado, 9 de julio de 2016

LAS ESFERAS DEL JARDÍN DE LAS DELICIAS


EL ANDRÓGINO EN TRES MOMENTOS


Manuel Fernández Espinosa


La obra de Jerónimo Bosco es tan compleja que comentar un cuadro suyo siempre será empresa complicada. Sus mismas composiciones tan abigarradas darían para libros y libros. En un blog, mejor nos conformamos con fijarnos en algún detalle por mucho que pequemos de parciales.

Contemplando ese fragmento de arriba, del Jardín de las Delicias, poniendo a un lado la atmósfera que nos insinúa una loca orgía de hombres y mujeres desnudos, nos llama la atención las tres "esferas": en la del primer plano, la mujer está dentro y el hombre la besa desde fuera. En la del segundo plano, translúcida, hombre y mujer están sentados el uno al lado de la otra, inician los preliminares de una relación amorosa. En la del fondo, la pareja está dentro de la esfera, pero ha roto la cáscara y asoman por el agujero, una pierna también sale por otra parte. ¿Pero son tres esferas? ¿Son tres parejas distintas?

Un ligero acercamiento de estas tres escenas permite notar que el parecido fisiognómico del hombre y la mujer -en las tres escenas- es tan pronunciado que haremos bien en suponer que se trata de la misma pareja, en tres momentos distintos sobre un mismo plano.

Es imposible obviar que estas esferas nos sugieren el mito del "andrógino" (que en "El Banquete" de Platón, es sabido, se nos presenta como esférico): en la del primer plano, el hombre está fuera y la mujer dentro, lo que sugiere una primera comunicación: ¿se meterá el hombre dentro de la esfera? Es el primer encuentro y habría que verlo como el inicio de la relación: la esfera es todavía opaca y la reintegración perfecta del hombre y la mujer no se ha cumplido. La esfera del segundo plano se halla translúcida: el hombre y la mujer se comunican, al margen del mundo exterior, y se ha establecido la reintegración perfecta de lo masculino y lo femenino. En la esfera tercera, otra vez opaca, la pareja ha abierto una "ventana" al mundo exterior, contemplando lo que hay fuera.

El Bosco nos ha contado una historia de amor.

Esfera del primer plano
Realización del Andrógino

Esfera del fondo

martes, 5 de julio de 2016

LAS TRAMPAS DE LA MISANTROPÍA


UNA APROXIMACIÓN A LA INTERPRETACIÓN DEL CUADRO DE BRUEGHEL


Manuel Fernández Espinosa

A la maestría técnica que caracteriza a los maestros flamencos, este cuadro de Pieter Brueghel el Viejo (Breda. 1525/1530-Bruxelas, 1569) añade una enseñanza. El cuadro es de 1568, un año antes de finar su autor, se conserva en el Museo Nazionale di Capodimonte (Nápoles) y se le conoce como "El misántropo".

La leyenda que va al pie del mismo reza:

"Om dat de werelt is soe ongetru / Daer om gha ic in den ru".

"Debido a que el mundo es tan traicionero / Me visto de luto".

La figura enlutada con largo manto, encapuchada, de luenga barba y afilada nariz, destaca en primer plano por su esbeltez y el negro de su vestido, contrastando con el ameno paisaje del fondo en el que se puede ver un molino de viento, un pastor con su rebaño, árboles y campo. El hecho es que el personaje principal -el encapuchado, el misántropo- no avanza hacia la derecha, sino que camina hacia la izquierda, con lo que con ello se nos insinúa simbólicamente que no avanza, sino que retorna, que parece "estar de vuelta".

El personaje agachado que va a la zaga del encapuchado es tal vez la figura enigmática que más contribuye a añadir una inquietante atmósfera al cuadro; sin ese personaje de ojos desorbitados, propios de un poseso o de un demente, el cuadro no sería otra cosa que la representación del paseo de un ermitaño o un peregrino haciendo su camino. A todo esto, el misterioso personaje que sigue al misántropo está indeterminado sexualmente: podría ser lo mismo un hombre que una mujer fea y loca. Sea lo que sea, va descalzo, vestido con lo que parece un camisón o blusón y no sólo destaca por su cara alucinada y hasta maligna, sino que -por si fuese poco- está introducido en una esfera que parece de cristal, de la que sólo tiene fuera las piernas y los brazos.

La esfera, al estar rematada por una cruz, evoca el Orbe (la bola del mundo) como atributo de la realeza: el rey, coronado, era frecuentemente representado con Cetro (en el caso de San Fernando Rey, con espada) y con el Orbe, siendo el Orbe el símbolo del territorio sobre el que el rey imponía su gobierno, el reino. Pero más que un símbolo político, cabe presumir que la indefinición sexual del personaje de la esfera podría sugerirnos que se trata de una de las dos partes que compondrían el andrógino primordial; recuérdese que -según Platón- el hombre en estado paradisíaco era andrógino y esférico, siendo la esfera la imagen de la totalidad y de la perfección. ¿Qué es lo que hace ese personaje misterioso? Agachado, en actitud sigilosa, sin que lo advierta el meditabundo encapuchado, parece que le está quitando algo; algunos han creído ver burdamente que le quitaba la bolsa de monedas, pero lo que ostenta en sus manos parece un órgano desgarrado, en concreto un corazón.

Dos elementos quedan todavía que pasan inadvertidos para los ojos si no se mira bien el suelo sobre el que pisa el encapuchado. Por un lado, vemos tres abrojos a los que se aproxima el personaje principal. Estos abrojos, llamados por los romanos "caltrops" o "tribulus" fueron usados desde antiguo como trampa para pies. Flavius Vegecio dice: "Un abrojo es un artefacto compuesto por cuatro pinchos unidos de tal forma que de cualquier manera que se lance al suelo, descansa sobre tres y presenta el cuarto hacia arriba" ("De re militari"). 

Tríbulos o abrojos del camino


Un poco más arriba de los abrojos, pueden verse dos setas. Sobre las setas nos dice Angelo de Gubernatis (Turín, 7 de abril de 1840 – Roma, 20 de febrero de 1913) que: "A cause de leur génération apparemmet spontanée, Porphyre appelait les champignons fils des dieux. Le héros solaire se cache parfois sous un champignon; dans ce cas, évidemment, le nuage est représenté comme un champignon. [...] On m'écrit de la Terra d'Otranto que l'on y croit vénéneux les champignons qui poussent près du fer, du cuivre, ou de quelque autre métal. Cette croyance tient sans doute à l'usage peut-être tout aussi superstitieux de jeter une pièce de métal dans l'eau où l'on fait bouillir les champignos, avec l'idée que la substance vénéneuse des champignons, dès qu'on les cuit, s'attache immédiatement aux corps métalliques." ("La mythologie des plantes ou les legendes du regne vegetal", Angelo de Gubernatis.)

Traducido a la ligera leemos: "Debido a su aparente generación espontánea, Porfitio llama a las setas "hijas de los dioses". El héroe solar a veces se esconde debajo de una seta, presentándose en ese caso la nube como un hongo [...] Según he oído en mi Tierra de Otranto, se cree que las setas venenosas crecen cerca del hierro, el cobre o algún metal. A esta creencia se debe probablemente que se lance supersticiosamente una pieza de metal en el recipiente donde hirvieron setas, con la idea de que el veneno de la seta se adhiera en la cocción al cuerpo metálico".

Una vez expuestos los elementos que nos parecen más significativos del cuadro es la hora de ofrecer una interpretación simbólica del mismo.

Del misántropo en general dice nuestro Padre Juan Eugenio Nieremberg (Madrid, 9 de septiembre de 1595 - ibíd. 7 de abril de 1658) que "...hubo filósofos que aborrecían grandemente a todo el género humano, por verle guiarse por pasión y no por la razón: entre los cuales Timón, filósofo ateniense, fué el inventor y el más apasionado predicador de esta secta; porque, no sólo se nombraba enemigo capital de los hombres, diciéndolo á todos en su cara, pero hacía obras tales que confirmaban sus palabras; como fueron no conversar ni morar entre gentes, vivir siempre en el desierto con las bestias y fieras, apartado de toda vecindad y poblado, porque nadie le visitase". El juicio que le merece a Nieremberg la actitud de Timón de Atenas lo resume así: "Faltó a este filósofo la fe y la caridad; y así, no distinguiendo entre la malicia y la naturaleza humana lo aborreció todo, habiéndose sólo de aborrecer la malicia pero amar á la naturaleza." ("Diferencia entre lo temporal y eterno")

El misántropo no es un personaje simpático desde el punto de vista del cristianismo por faltar a la caridad y la fe. Nuestro encapuchado se ha apartado de toda la industria de los hombres (el molino de viento), se mantiene lejos de los hombres (del pastor -el gobernante- y del rebaño -los gobernados), anda por los yermos cabizbajo, oculto en su manto negro, con los labios fruncidos y mano sobre mano, en una actitud corporal que indica recelo, incluso parece querer tener a distancia la naturaleza (los árboles); pero su voluntad de apartarse de todo trato con las gentes es frustrante, el mundo -el siniestro personaje que lo persigue- le está robando el corazón: toda fuga es fallida, lo que se demuestra en ese personaje siniestro que le sigue, dentro de la esfera (¿la otra parte andrógina que le faltó al misántropo para reintegrarse? ¿su pareja fallida y depravada hasta devenir en súcubo que le burla y le sustrae el corazón?); el camino del misántropo no parece buen camino, sus pies bajo el manto talar lo dirigen -en su ensimismamiento- en derechura a los abrojos. Las setas han crecido cerca del hierro de los tríbulos férreos (resonando las antiguas supersticiones que refería Gubernatis), pero a su vez tengamos en cuenta que las setas siempre son equívocas: pueden ser sabrosos alimentos, pero si no se las sabe distinguir, también son un veneno mortífero.

El misántropo no se librará del mundo traicionero, por mucho que vista de negro. Se requiere otra actitud. 

Dos setas