viernes, 31 de julio de 2015

DONCEL ANTIGUO DE UNA ESPAÑA DESGARRADA


 



 
Manuel Fernández Espinosa

 

"Si no somos capaces de extraer de la guerra civil una lección moral, ese suceso no habrá sido más que una horrible matanza."
 
 
Con estas palabras nos lo recuerda D. Eduardo García de Enterría. Así se pronunció en cierta ocasión D. Alfonso García Valdecasas. Qué lejos del revanchismo de nuestros días, cuando se invoca la guerra civil con el perverso ánimo de dividir a los españoles.

En la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, D. Alfonso García Valdecasas era un prometedor intelectual granadino, que había ganado su cátedra de Derecho Civil, impartiendo clases en la Universidad de Salamanca a los veintitrés años, para luego regresar a su Granada natal. Al calor del magisterio filosófico de Ortega y Gasset, había dimitido de su cátedra en 1929 en protesta por el trato que la Dictadura dispensaba al movimiento estudiantil que trabajaba bajo las siglas F.U.E.

A principios de 1931, siguiendo la estela de Ortega y Gasset, García Valdecasas se adhirió a la Agrupación al Servicio de la República, siendo diputado de las Cortes Constituyentes.

Entre 1931 y 1932 García Valdecasas asiste al siniestro giro que está experimentando la II República hacia posiciones cada vez más sovietizantes. Por ello mismo, en 1932 abandona la Agrupación al Servicio de la República, y viene a fundar el Frente Español. En el Frente Español figurarán personajes como María Zambrano, Antonio Sacristán, José Antonio Maravall, etcétera -lo que da muestra de la heterogénea composición de dicho grupo.

En 1933 el Frente Español se escinde entre los que quieren rectificar la República desde dentro, y los que, admirados por el triunfo del nazismo en Alemania, piensan que España puede ensayar una refundación del Estado con parámetros conservadores. García Valdecasas será uno de los que acarician la idea de la fundación de lo que llamó el gran Víctor Pradera "El Estado Nuevo". En 1933 apuesta por el "Estado corporativo", muy próximo a las posiciones de Víctor Pradera, y muy pronto entra en contacto con José Antonio Primo de Rivera.

El 29 de octubre de 1933, García Valdecasas, José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda constituían, en el llamado acto del Teatro de la Comedia, la Falange. Ante unas dos mil personas, el triunvirato pronunció su discurso. García Valdecasas afirmaría después -según revela Stanley J. Payne- que a él se le había invitado a un acto de "afirmación española", ignorando lo que se traían entre manos José Antonio y Ruiz de Alda. Tal sería su sorpresa que, cuando el público lo saludó brazo en alto al modo fascista, García Valdecasas "respondió levantando los dos brazos" -según narra el ABC del 31 de octubre de 1933. A las dos semanas de aquel evento por el cual se constituía la Falange Española, García Valdecasas se casaba y se marchó de viaje de novios. A su regreso, la Falange Española estaba ya en manos de José Antonio.

García Valdecasas parecía condenado a embarcarse el primero en todo barco político, para ser el primer desilusionado. Así le pasó con la Agrupación al Servicio de la República, así le ocurrió con el Frente Español y así le ocurriría con Falange Española.
Teatro de la Comedia, en el centro D. Alfonso García Valdecasas,
flanqueado por Ruiz de Alda y José Antonio


No obstante, al término de la guerra civil, D. Alfonso García Valdecasas se embarcaría nuevamente en otra aventura, esta vez más intelectual que política. En noviembre de 1939, I Año de la Victoria, vendría a presidir el Instituto de Estudios Políticos, organismo que tenía la misión de rearmar ideológicamente a un flamante régimen fundado sobre las ruinas de una España desolada y estragada. Entre los miembros que dirigiría figuraban Melchor Fernández Almagro (gran amigo de García Lorca), Joaquín Garrigues (que había estado con García Valdecasas en Frente Español), o José Antonio Maravall. El Instituto de Estudios Políticos, dirigido por García Valdecasas, fomentó los estudios históricos, pero defraudaría las expectativas que el Régimen de Franco había puesto en él. Sin embargo, el Instituto de Estudios Políticos se dilató en el tiempo y vino a metamorfosearse en lo que, ya en la actual democracia, se hizo llamar Centro de Estudios Constitucionales.

Por si fuera poco, en 1944 Alfonso García Valdecasas era apartado de su magisterio, por sospechársele connivencias con el grupo de monárquicos que pretendía traer a D. Juan, el Conde de Barcelona, como alternativa al Nuevo Orden que encarnaba el Caudillo. Pese a este error que podemos imputarle, la figura intelectual de García Valdecasas permanece indemne cuando atendemos a su obra maestra, nos referimos a "El hidalgo y el honor", ensayo de la figura moral del Hidalgo.

Murió García Valdecasas en 1993, después de una vida entregada -aunque con yerros- al servicio de España, y por ello mismo -en los tiempos que corren- con más penas que gloria. Lo que pocos saben, y tuve el privilegio de recibir la confidencia, es que García Valdecasas tuvo parte en uno de los viajes que Martin Heidegger tenía encomendado realizar por algunos países amigos de Alemania. Pero viaje que no pudo realizarse.

En conversación privada con un veterano (que prefiere que omitamos su nombre), alguien que fue amigo íntimo de García Valdecasas, éste me refirió que, en otoño de 1943, cuando Europa se desgarraba en pleno fragor bélico, el famoso filósofo Martin Heidegger fue invitado a España para pronunciar unas conferencias. García Valdecasas había conocido a Martin Heidegger años antes en la Universidad de Friburgo. En concreto, los trabajos filosóficos que elaboró Heidegger pensando presentarlos en España fueron "La doctrina de la verdad de Platón (el mito de la caverna)", "Sobre la metafísica de Aristóteles" y "Hölderlin y la esencia de la poesía". La visita del gran filósofo alemán no pudo realizarse, debido al cariz que experimentó la suerte de Alemania en el año 1944. No obstante, estas conferencias -como decimos, hoy publicadas- fueron preparadas por el autor de "Ser y Tiempo" con la idea de dictarlas en España y Portugal.

Las ciudades españoles que estaban programadas en el viaje a España de Heidegger eran Madrid, Valencia y Granada.

Nadie mejor, para evocar a D. Alfonso García Valdecasas, que el mismo García Lorca que tanto lo apreció por el paisanaje, con estos versos:

"Alfonso pasea
por campos de trigo
lleno de granados
y de pajaritos.
Un campo de un dulce
cuadro primitivo
donde fuerte y casto,
profundo y sencillo,
pasea su pena
de doncel antiguo".

D. Alfonso, el Doncel... D. Alfonso, el hidalgo... D. Alfonso García Valdecasas, un patriota que hoy he querido recordar y homenajear. D. Alfonso García Valdecasas, un doncel antiguo en una España desgarrada.

BIBLIOGRAFÍA:

"Años de hierro. España en la posguerra 1939-1945", Pío Moa.

"De montañas y hombres", Eduardo García de Enterría.

"José Antonio Primo de Rivera", Julio Gil Pecharromán.

"Falange. Historia del fascismo español", Stanley G. Payne.

"Martin Heidegger", Hugo Ott.

miércoles, 29 de julio de 2015

ARQUEOLOGÍA FANTÁSTICA AL SERVICIO DEL FEMINISMO RADICAL

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Tendremos ocasión de ver, en este nuevo capítulo de los avances estratégicos de la "ideología de género", su versión arqueológica. La "ideología de género", como toda ideología, pugna por justificarse. En su caso trata de descubrir en el más remoto pasado el origen de la opresión masculina sobre la mujer ancestral. En una línea muy similar a la que algunos nazis realizaron bajo la dirección del esoterista ariósofo el Reichsführer SS Heinrich Himmler, las fémino-socialistas emprenden expediciones a la búsqueda de la Mujer Ancestral Oprimida y Explotada por el macho supremacista.
¿Y si no existió esta Antepasada?
Pues, no se preocupe nadie: ¡¡¡Se la inventarán!!!
¿Casualidades? ¿Parecido de familia?
Veamos este nuevo episodio de la Ideología de Género aplicada a la Arqueología Prehistórica... Por algo son progresistas.
 
 Manuel Fernández Espinosa


Claro que sí. La "ideología de género" ha estado sigilosamente creciendo como un cáncer. Los ambientes universitarios -ciertas facultades, se entiende- se han impregnado de esta desquiciante interpretación, hasta el punto de aflorar en los libros, afirmándose acríticamente, como si de un dogma se tratara. Veamos un caso.







Se trata de un libro presuntamente científico, cuyo título es "De los campamentos nómadas a las aldeas campesinas. La provincia de Jaén en la Prehistoria". Su autor es arqueólogo de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía desde 1992. El libro fue publicado por la Universidad de Jaén en 2006. Narciso Zafra de la Torre dice así:


 

"La posibilidad de heredar la tierra dentro de la unidad económica supone un gran cambio en el papel de la mujer. Si hasta entonces había circulado entre las unidades domésticas del grupo como un factor de cohesión, a partir de ese momento, su participación en la herencia de la tierra podría disolver la casa campesina. De manera que las nuevas reglas y estrategias de enlace y los mecanismos de sucesión y herencia surgen para defender la casa y asegurar su pervivencia. Para lograrlo se despojó a la mujer de sus derechos, como miembro de la familia asignándola a la casa como parte de la misma." (op. cit., pág. 178.)
 
 
Pero, hay más:
 

"Este nuevo rol de la mujer forma parte de un nuevo modelo social: el patriarcal, donde la unidad doméstica pasa a ser la casa del padre. En él el hombre desempeña también un papel orientado a la defensa de la casa: el del guerrero. La producción agraria, el comercio y todas las relaciones políticas pasan a manos masculinas, dejando a la mujer relegada al ámbito doméstico, comienza así lo que Almudena Hernando llama "proceso de individualización masculina y de ocultación social de la mujer". Según el antropólogo Claude Meillassoux en este tipo de sociedades el poder "reposa sobre el control de los medios de la reproducción humana: subsistencia y esposas"." (op. cit., pág. 179.)
 
 
La negrita es nuestra.






¿Quién es Doña Almudena Hernando Gonzalo? Quisimos saberlo. Doña Almudena Hernando es arqueóloga, profesora de Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Sabemos que sus estudios la condujeron a Guatemala, donde estuvo allá por los años 1994-1995, y a otras partes del planeta. El propósito de sus expediciones era el estudio del paso de las sociedades cazadoras-recolectoras a las de asentamiento agrícola, entre tribus aborígenes. A estos trabajos de campo -entre la arqueología y la antropología- hay que sumarles muchos otros más.

En marzo de 2005 participó, invitada por la Universidad de Granada, a un maratón de conferencias que organizó el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada con el Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la misma universidad. Figuraban, como principales entidades colaboradoras, el Instituto de la Mujer (del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), el Instituto Andaluz de la Mujer (de la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía) y la Facultad de Filosofía y Letras.

El tema del que versó la conferencia de Almudena Hernando fue "¿Por qué el poder parece cosa de hombres? Una hipótesis sobre la relación de las mujeres y el poder en la prehistoria". Como puede deducirse, las hipótesis es la declarada en el libro que al principio referíamos, el de Zafra de la Torre. Lo repetiremos:


"La producción agraria, el comercio y todas las relaciones políticas pasan a manos masculinas, dejando a la mujer relegada al ámbito doméstico, comienza así lo que Almudena Hernando llama "proceso de individualización masculina y de ocultación social de la mujer"."
 
 
Como puede comprobarse, las hipótesis de trabajo de la arqueología se hacen ahora en clave de "ideología de género", para tratar de demostrar -a través de la "fabulación"- el proceso por el cual, en un tiempo remoto (nada más y nada menos que la prehistoria), presumiblemente el hombre redujo a la mujer al ámbito doméstico (privado), ocupando el hombre el ámbito público (la política).






La mayor parte de actividades docentes, como las de estudio y trabajo de campo, de Doña Almudena Hernando Gonzalo están dedicadas a la misma línea de investigación. Por ejemplo, impartiendo Seminarios de Postgrado cuyo título es toda una declaración: "Arqueología, Identidad y Género".

Las tesis prehistóricas se tiñen así de ideología que no puede ser, bajo ningún concepto, en manos de estos "arqueólogos" una ciencia teórica. Pues, como bien postuló Marx, ha llegado el momento de pasar de la teoría a la praxis. Marxismo de enésima generación, pero en estado puro, aplicado a las ciencias arqueológicas.

Lo que llama la atención de todo esto es el desembolso económico -¿ningún periodista se anima a investigar este tema?, ¿no hay auditorías para controlar el dinero que se gastan nuestros políticos en estas pamplinas ideologizadas mientras nuestro patrimonio artístico se arruina?. Los gastos que comportan este tipo de actividades a las arcas públicas están por esclarecer. Que se pongan las cuentas claras, por favor, y que se argumente si tan esencial es para el futuro de España que se gaste del tesoro público un ochavo en estas bagatelas fémino-socialistas. Estos intelectuales universitarios nos podrían explicar qué es lo que nos va en sus patrañas, qué tiene que ver el dinero del contribuyente con la ingeniería social que están diseñando de espaldas a todos.

Nosotros, aquí, metemos el hurón en la madriguera... Y que otros más listos y con más tiempo y dedicación saquen la pieza. No es descabellado, por otra parte, conjeturar que la preparación y realización de expediciones etno-arqueológicas a países tan remotos, como Guatemala o Tailandia, donde también ha trabajado Doña Almudena Hernando, no tiene que ser algo barato. ¿Y cuántas serán las Jornadas, los Congresos, los Simposios, los Seminarios que, bajo la etiqueta "Arqueología y Género", se organizan en las universidades españolas? ¿A cuánto ascenderá el costo económico de estas actividades universitarias?

Lo que está claro es la participación de instituciones estatales y autonómicas, como el Instituto de la Mujer y el Instituto Andaluz de la Mujer (por si no fuera bastante tener uno a escala nacional, también a escala autonómica otro) o el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía. El mecenazgo de cajas de ahorro, bancos y otras entidades tampoco hay que escatimarlo. Sus clientes tendrían que tomar buena nota de ello.

El presupuesto destinado para estas actividades se arranca del erario. A la postre, es de los impuestos de los españoles de donde se saca para costear estas actividades. Y aquí, les da igual que pague el cornudo consentido, que el que no tiene cuernos, la maltratada tanto como el maltratado.

Uno no puede por menos que pensar en aquellos visionarios nazis que formaban la llamada Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte Deutsches Ahnenerbe (Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana). La SS-Ahnenerbe (*) destacó eminentes y menos eminentes antropólogos y arqueólogos al Tíbet, a Tiwanaku, a Escandinavia... Para buscar el origen ancestral de los arios. Las conclusiones "científicas" de aquellos investigadores nazis se traducían a la confección de manuales escolares y universitarios en los cuales el estudiante alemán era adoctrinado en la teoría supremacista pangermánica.

¿Qué diferencia a los agentes y entidades "científicas" de la "ideología de género" fomentada por las administrciones de hoy, de aquellos "científicos" nazis?

Muy sencillo: a los nazis se lo pagaron los alemanes. Y cualquier recuerdo de aquellas peripecias es denostado en bloque, como todo lo que en el III Reich se hizo, mientras que a estas "socialistas-feministas" se lo pagamos nosotros.


NOTA (*): Son muchos los libros que sobre la Ahnenerbe se han escrito, con afán sensacionalista. "El plan maestro. Arqueología fantástica al servicio del régimen nazi", de Heather Pringle, publicado en Debate, puede ser un libro para iniciarse en el asunto. Así presenta la obra el Fnac: "El régimen nazi buscó siempre refrendar sus teorías raciales con pruebas históricas y seudocientíficas. Con ese fin, Heinrich Himmler, uno de los líderes más poderosos del SS, creó Ahnenerbe, un centro de investigación dedicado a comprobar la supremacíade la raza aria. El proyecto reunió una extraña mezcla de aventureros, místicos y respetables profesores que viajaron al Tíbet, al Ártico, a Finlandia o a Iraq en busca de los vestigios de una raza primigenia superior. Una obra reveladora y sorprendente sobre las teorías y ambiciones que justificaron el Holocausto."

domingo, 26 de julio de 2015

CLAVES LITERARIAS DEL REPERTORIO MUSICAL DE "LOS SUAVES"


 
 
LITERATURA INCONFORMISTA EN EL ROCK DURO
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
En el panorama español del hard rock podemos encontrar grupos cuyas canciones están bastante elaboradas. Es el caso del grupo gallego LOS SUAVES, formado en Orense en la década de los años 80 del siglo XX, con Yosi Domínguez a la cabeza como voz y líder. Parece ser que en diciembre del año 2014 anunciaron que en la primavera de 2015 comenzarían su gira de despedida.
 
Las letras de las canciones de Los Suaves forman una antología de la decepción y el desengaño, por lo que transmiten una visión pesimista de la vida. Las fuentes literarias en las que se inspiran son múltiples y variadas, por lo que vamos a resumir mucho destacando algunos autores que se entreveran en sus estrofas.
 
"Viajando al fin de la noche" -título de una de sus más populares canciones- es una alusión directa a ese clásico de las letras francesas, novela con la que en 1932 debutó Louis Ferdinand Céline, "Voyage au bout de la nuit" (Viaje al fin de la noche).
 
Otro escritor francés que está presente sutilmente en el repertorio de Los Suaves es Pierre Drieu La Rochelle, podemos citar para ello otro éxito del grupo: "Pobre Jugador". "Sin dinero, ya ves que no hay viaje, no hay amigos, ni sombra ni sol" es uno de los versos de esta canción que parecen inspirarse en un renglón del "Diario de un hombre engañado" de Drieu La Rochelle: "Sin dinero no hay viaje, no hay libertad".
 
Pero el autor que más parece haber fecundado las letras de Los Suaves ha sido el rumano Emile Cioran afincado en Francia. Introducido por Fernando Savater, Cioran ha corrido como la pólvora a partir de las brillantes traducciones de Savater. Los Suaves evocan el último parágrafo del "Breviaro de podredumbre" de Cioran, titulado "Quousque eadem?" en su canción "Maldita sea mi suerte" y también se deslizan renglones de Cioran en el estribillo de "Parece que aún fue ayer". Incluso en la canción "Dile siempre que no estoy" parece estar latente la anécdota que Savater cuenta cuando algunos intelectuales españoles, ante las primeras noticias que hubo de Cioran en España, llegaron a pensar que el autor rumano no existía y que, según palabras del mismo Savater "se trataba ni más ni menos que de un heterónimo que yo me había inventado". Cuando el filósofo donostiarra le escribió a Cioran: "Cioran, por aquí dicen que usted no existe", el filósofo rumano le respondió: "¡Por favor, no les desmienta!" que Los Suaves trasladan en la canción a su modo en "Dile siempre que no estoy":
 
"Si te preguntan por mí
tú di siempre que no estoy".
 
En una aproximación muy superficial podemos advertir que las letras de Los Suaves están fuertemente influidas por lo mejor de la literatura europea del siglo XX, lo cual dice mucho en su favor: otra cosa es que se compartan o no esas lecturas, las letras de este cancionero y la visión desencantada (lúcida, diría el gran mentor Cioran). Otros géneros musicales contemporáneos mucho más promocionados por el mercado musical no disponen de inspiraciones tan cultas.
 
 









martes, 21 de julio de 2015

¿HA MUERTO DIOS?

 
 
“¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le dimos muerte! ¡Cómo consolarnos, nosotros, asesinos entre asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué ceremonias sagradas tendremos que inventar? La grandeza de este acto, ¿no es demasiado grande para nosotros? ¿Tendremos que convertirnos en dioses o al menos que parecer dignos de los dioses? Jamás hubo acción más grandiosa, y los que nazcan después de nosotros pertenecerán, a causa de ella, a una historia más elevada que lo fue nunca historia alguna.”


 "La gaya ciencia", Friedrich Nietzsche.

 
 
TERTIUM NON DATUR
 

Matilde N. P.

 


La canción trata de la crisis de un hombre que vive en tiempos malos - hoy en día, para ser más claro. La canción lírica enfrenta el desierto existencial que le rodea, con el deterioro general del hombre y del mundo, y se pregunta si, de hecho, Dios ha muerto.

A pesar de todo le dicen que Dios está muerto, hay un impulso vital que brota de tu alma y lo hace resistir, en última instancia, a aceptar que Dios ha muerto. La letra alude a que, siempre, le enseñaron a creer que no hay Dios.
 
Esta canción habla al corazón sobre los días que vivimos. Creo que es poco probable encontramos en la historia humana un período en el que lo sagrado, lo trascendente - Dios en última instancia - haya sido atacado en las más diversas etiquetas: inseguridad, psicología, patología mental, oscurantismo, entre otros. Sin embargo, el hombre tiene dentro de sí un pozo sin fondo, un deseo infinito por un bien que sea infinito. Cuando un hombre está en silencio, y es capaz de hacer frente a este pozo sin fondo, es imposible no sentirse inquieto si se enfrenta con honestidad.
 
O Dios está muerto y este profundo anhelo del hombre por Dios es el peor desorden psicológico conocido por la ciencia, o el mundo está mal y Dios no está muerto - tertium non datur, no hay una tercera opción. Esta es la reflexión que la canción "God Is Dead?", Black Sabbath, induce a los que escuchan con atención.

martes, 7 de julio de 2015

REGENERACIÓN EN ESPAÑA: SIGLO XXI

 
 
 
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
¿QUÉ ES LA REGENERACIÓN?
El vocablo “regeneración” aparece en el vocabulario político español en el siglo XIX, pero no es un término propio del ámbito político, sino que éste lo incorpora a su léxico extrayéndolo del ámbito de las ciencias naturales, tan en boga en aquellas calendas; en concreto de la medicina. “Regeneración” es, sensu stricto: la capacidad biológica de un organismo vivo para reconstruir por sí mismo sus partes dañadas o perdidas. Para entender la adopción del término médico al campo politológico huelga decir que detrás se halla una imagen anatómica de la nación (en este caso, la española) que a manera de cuerpo social es considerada como un organismo que, debido a unas razones (que hay que descubrir) presenta daños de mayor o menor severidad. El regeneracionismo se propuso estudiar auxiliado con varios métodos tanto de disciplinas tradicionales como de ciencias de nuevo cuño las razones de la decadencia de España, para aplicarle a ésta las soluciones que cada cual consideraba más efectivas. En ese sentido existe una variedad de conclusiones, cada "regeneracionista" tenía las suyas.
La “regeneración” (sería mejor decir el “regeneracionismo”) tiene a sus espaldas en España una dilatada tradición que podríamos incluso retrotraer a la generación de aquellos que propiamente se hicieron denominar “regeneracionistas” o merecieron tal apelativo. Por ejemplo, el proyecto federalista de Francisco Pi y Margall no dejaba de ser un intento de “reconstituir” España[1] y aunque no es “regeneracionismo” en su sentido lato, la doctrina política pimargalliana dejó su impronta en algunos regeneracionistas.
Este federalismo pimargalliano es importación de esquemas racionalistas que, ante la magnitud de los problemas generados por la implantación en España del liberalismo a lo largo del siglo XIX, trataba de “reconstituir” la nación entendiendo que ésta había sido artificialmente unificada desde el centralismo, según abstracciones de todo punto inconvenientes a la pluralidad regional y ajenas a la tradición administrativa y territorial de España. A la luz de la forma que España había adoptado al ser configurada según el sistema centralista liberal, los federalistas sintieron que España había degenerado y propusieron que para su “reconstitución” o “regeneración” era menester descomponerla, para en un posterior momento recomponerla[2]. El problema de nuestros federalistas (de los de antaño y hogaño) es que pretendieron, en el mejor de los casos, curar un cáncer extraño (el centralismo) con otro cáncer no menos extraño (un federalismo abstracto de importación). Pero válganos aquí establecer una equivalencia entre “regeneración” y “reconstitución”, pues “regeneración”, en la primera acepción que trae el diccionario de la RAE, vale por “dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo”. Pi y Margall no habla que recordemos de “regeneración”, pero sí que insiste en la “reconstitución”, por más que lo haga desde parámetros de carácter anarco-individualista. De alguna u otra forma, “reconstituir” un organismo es “volver a constituirlo, rehacerlo”.
Sin embargo, dejando a un lado a Pi y Margall y su proyecto de reconstitución de España, la línea clásica del regeneracionismo español decimonónico apostaba por la europeización de España. Es así como Ortega y Gasset pudo decir: “Regeneración es inseparable de europeización […] Regeneración es el deseo; europeización es el medio de satisfacerlo[3].
Eso pudo ser en tiempos de Ortega y Gasset, pero no tiene por qué serlo en nuestros tiempos. La regeneración de España, si es que todavía es posible, no puede consistir para los tiempos en que vivimos en más “europeización”, pues una de las causas de nuestra degeneración actual ha sido justamente la febril e irresponsable “europeización” en todo lo peor que pueda tener la “europeización”. No: el medio de satisfacer el deseo de una regeneración (o “reconstitución”) para nuestros tiempos no puede consistir en dejar de ser nosotros mismos (más todavía de lo que lo hemos hecho ya, en cuarenta años), cediendo nuestra soberanía, hipotecándola hasta laminarla, sino que para el siglo XXI mejor hiciéramos en postular más bien lo contrario: la única posible regeneración del siglo XXI consistirá en reintegrar en la vida social e individual las ideas-fuerza que configuraron a España como esa entidad “diferente” que contrasta con el resto de Europa y que establece una distancia entre lo comúnmente “europeo” y lo genuinamente “español”.
Esas ideas-fuerza y esas realidades que hicieron de España lo que es (sin confundirse con otra nación europea) son la verdadera constitución interna del país. Desde el pasado más remoto esa “constitución interna” (ágrafa y antiquísima, anterior a la impostura constitucionalista de 1812) es la Tradición Hispánica que, cifrada en sus ideas-fuerza, viene a tener por ingredientes: el Catolicismo; la Monarquía tradicional; la democracia municipal (lo contrario de la democracia partitocrática); el patriotismo (sin confundir con nacionalismos románticos, ni siquiera españolistas). Si esas ideas-fuerza nos preservaron de todas las invasiones que amenazaron con destruirnos, que pugnaban por hacernos desaparecer de la faz de la tierra, no vemos la razón (a menos que se apueste por el suicidio nacional) de no reivindicar nuevamente y siempre las mismas ideas-fuerza.
La defensa de la monarquía tradicional (que, todo sea dicho, muy poco tiene que ver con la monarquía constitucional vigente hoy en día y tampoco con la monarquía absolutista) podría exigir muchas aclaraciones y puntualizaciones que no creemos que sean de especial relieve para lo que aquí nos proponemos; no queremos extraviarnos por los sinuosos caminos de una restauración monárquica en la persona de éste o el otro pretendiente, tampoco discutir ni sobre la legitimidad de origen ni la de ejercicio: son temas sin duda interesantes, pero por esta vez se los dejamos con sumo gusto a los especialistas en árboles genealógicos. Pasa, por lo tanto, que a efectos de nuestro discurso, a partir de este momento apenas vamos a referirnos a la cuestión de la monarquía (evitando ese falso debate sobre monarquía-república, así como otros no menos tediosos). No menos problemático se haría justificar el catolicismo consustancial a España ante una sociedad secularizada, cuando hasta la misma jerarquía eclesiástica parece rehusar sus derechos históricos. Por esa razón, aunque podríamos abordar estas cuestiones en otro momento, nos bastará afirmar las ideas-fuerza, sin entrar en más detalles: España es católica (lo cual no quiere decir que a todo el mundo se le imponga la religión católica, eso sería un despropósito en nuestros tiempos: pero sí remarcar que a la religión católica hay que respetarle los derechos históricos). España es monárquica. España es democrática (en un sentido sumergido que hay que reeditar, pues se perdió hace siglos) y es patriota (el regionalismo así lo expresa; el nacionalismo centrífugo, aunque sea una desviación, así lo confirma: el español ama su tierra natal). Y solo una política que haga suyas estas líneas directrices podrá regenerar España; la que no los asuma, podrá hacer cualquier cosa, pero no será España.
LA POLÍTICA SIN PANFILISMOS
Nuestra tesis es muy sencilla: sostenemos que la política está obturada para cualquier iniciativa política (grupo político público, llámele como plazca el lector) que sostenga una propuesta o un discurso lo más aproximado a las ideas-fuerza de nuestra constitución interna, acorde con unos principios basados en la ley natural, defensor de lo que ha sido hasta hace poco lo “normal” y a su vez esté movido por las intenciones más honestas de poner en práctica una política de este tipo. Pero, ¿qué entendemos por “política”?
Para evitar la prolijidad y omitiendo disquisiciones que no vienen al caso, podría valernos la definición que nos da Ortega y Gasset sobre lo que significa “política”: “La política puede significar dos cosas: arte de gobernar o arte de conseguir el Gobierno y conservarlo[4]. La política ha sido desde siempre un ejercicio que se desarrolla en dos vertientes que vienen a confluir: conquistar el poder y conservarlo con el más adecuado arte de gobernar. Es un ejercicio demagógico el de aquel que traslada a la opinión pública que el poder lo vaya a conquistar toda la comunidad de gobernados y es una ingenuidad irrisoria (“panfilismo” le llamamos) la de quien, como sujeto gobernado, piense que él tiene o ejerce algún poder.
El poder lo ambiciona un grupo (con mejores o peores propósitos; mejor o peor organizado); el poder lo conquista un grupo (con mejor o peor estrategia; con mejor o peor suerte) y el poder, si no quiere perderlo, tiene que conservarlo el grupo que ha obtenido ese poder. El grupo que aspira a la conquista del poder se ha denominado a lo largo de la historia con muchos nombres. En “democracias” como las contemporáneas (si es que lo son; lo cual está por averiguar[5]) los grupos que “públicamente” aspiran al poder se presentan bajo el membrete de “partido político”: estos “partidos políticos” pueden, a su vez, contener (y ocultar) a otros grupos menos públicos que financian e impulsan, por sus particulares intereses, al partido de marras para acaparar siquiera una porción del poder que el partido haya conquistado. De este modo, los grupos políticos públicos se convierten en “caballos de Troya” de camarillas que por sí solas no podrían asaltar el poder y que, una vez ocupado el gobierno por el partido político patrocinado por ellas, pasarán la factura a éste, reclamando del partido gobernante el desarrollo, por ejemplo, de una actividad legislativa a favor de los intereses particulares de esos grupos de presión (lobbys); “grupos de presión” que muestran una naturaleza semi-pública (y “no-política” en su acepción convencional). Hasta aquí, esto es lo que nos interesa saber en lo concerniente al significado que para nosotros tiene el término “política”.
A pesar de las críticas que el actual sistema político español ha recibido desde que se instauró, ningún gesto ha hecho este sistema por cambiar. Al revés de ello, con una asombrosa impavidez ha permanecido impermeable a cuantas críticas (incluso constructivas) y requerimientos se le han podido hacer.
Para un republicano como Antonio García-Trevijano: “la democracia europea designa una corrupta forma de gobierno oligárquico, bajo la denominación de “Estado social y democrático de Derecho”. El actual Estado de partidos[6]: y, lógicamente, el eminente republicano granadino incluía a la España actual en esa categoría. En fecha tan lejana como 1997, Justino Sinova y Javier Tusell, con menos virulencia que García-Trevijano, enumeraban hasta ocho problemas que presentaba este sistema en lo concerniente al sistema electoral vigente en España, a saber: 1) El sistema no conecta adecuadamente a los electores con sus elegidos. 2) Da un poder desmedido a las cúpulas dirigentes de los partidos. 3) Facilita la aplicación de una disciplina de hierro en el partido y en el grupo parlamentario. 4) Deja sin sentido las pretensiones constitucionales sobre el mandato imperativo. 5) Prima excesivamente a los grandes partidos. 6) Prima también a los partidos y coaliciones que compiten en un ámbito reducido. 7) La división del territorio en circunscripciones electorales provinciales es también una fuente de desigualdad. 8) El sistema hace que demasiados votos sean inútiles[7].
Si alguien supiera que se haya articulado y realizado, del año 1997 a esta parte, alguna reforma conducente a resolver estos problemas enunciados, que me lo haga saber.
Teniendo en cuenta estos defectos constitutivos del sistema (tanto a escala europea como nacional) y pudiéramos añadir muchos más, hay que decir también que, a día de hoy, en España es prácticamente imposible que una iniciativa política de signo patriótico y defensora de las ideas-fuerza tradicionales (bajo la marca de grupo político que concurre a unas elecciones) pueda aspirar a hacer política y, con ello, que es de lo que se trata en este libro, llevar a cabo un plan político de regeneración de España. A las pruebas nos remitimos.
Es cierto que son muchos los factores que impiden que eso sea así, pero no es menos cierto las deplorables explicaciones que alegan los líderes fracasados de estas iniciativas ante la minoría de sus grupúsculos insignificantes: hemos oído achacar sus fracasos a turbias conspiraciones secretas, sin que al parece a ninguno se le haya pasado por la cabeza -por ejemplo- el honorable retiro de la política (si es que puede llamarse “política” a lo que han venido haciendo): retirarse, para entregar el relevo a generaciones jóvenes que están empujando. La serie de fracasos que las múltiples iniciativas políticas (me refiero a las opciones políticas que más o menos asumen las ideas-fuerza tradicionales) han cosechado tiene explicaciones más plausibles y menos enrevesadas que la teoría conspirativa. El correlato de esos fracasos ha sido la marginalidad con el más espantoso ridículo ante las urnas, reeditando a porfía el fracaso durante décadas, pero no lo suficiente como para desaparecer del mapa sociológico. Y si estas iniciativas no han desaparecido es por ser muy útiles al mismo sistema. Al sistema le es necesario que se mantengan en pie algunos grupúsculos (siempre minoritarios y marginales) que puedan ser tachados de “extrema-derecha” y a los que recurrir para agitar el fantasma del fascismo, que es uno de los mitos más socorridos de las democracias corrompidas para despertar los terrores largamente incubados en el subconsciente de la masa dominada[8]. Las razones por las cuales fracasa toda iniciativa que explicita algunas de nuestras ideas-fuerza debieran ser sobradamente conocidas, pero parece que nadie las quiere decir en voz alta. Y es hora de declararlas.
El régimen surgido tras la muerte de Francisco Franco ha existido y existe a fuerza de negar todo aquello sobre lo que (aunque fuese a título retórico) sostuvo y exaltó el franquismo. Patria, España, Religión, Ejército, Municipio, Sindicato Vertical, Tradición, Familia, etcétera fueron términos empleados pródigamente por el franquismo en su propaganda y constantes en su entramado ideológico. El régimen que siguió al franquismo estaba compuesto de miembros que habían formado un todo con el mismo franquismo y (para poder sobrevivir “políticamente” a un régimen personal) no pararon mientes en renegar de todo cuanto sonara a franquismo: era para ellos necesario distanciarse de la terminología (incluyendo el universo de símbolos) con la que se identificaba el anterior régimen. La estrategia de las elites franquistas para dar el salto a la nueva situación, reciclándose y perpetuando su presencia en los puestos dominantes, convirtiéndose en poderes aceptables y admitidos por el antifranquismo (al que, por cierto, tanto temían) consistió en sepultar hasta el último vestigio del franquismo por ellas mismas profesado con anterioridad y que pudiera delatarlos; por eso mismo la derecha del sistema se distanció todo cuanto pudo del vocabulario y la simbología franquista, amagando una aproximación a la democracia cristiana o al liberalismo hegemónicos en la derecha occidental (la derecha española fue sofrenando su fervor patriótico y lo fue ocultando en lo privado: recordemos que no fue ningún socialista ni comunista el que propuso eliminar el Águila de San Juan del escudo heráldico nacional. Esta maniobra de aggiornamento la realizó Joaquín Satrústegui, un político entonces de UCD: ¿es que había que eliminar pruebas “incriminatorias”?). La izquierda del sistema lo tuvo más fácil, pues en su naturaleza estaba la hostilidad abierta a todo lo que fuesen las ideas-fuerza con las que se había tratado de identificar la dictadura franquista.
Por lo tanto, todo el régimen surgido de la mitificada transición democrática se ha fundado y se funda en la satanización, la execración y la denostación (moduladas según el emisor y su público; según la coyuntura y la etapa) de cuanto se entiende como patrimonio propio del régimen anterior. Es, pues, lógico que desde el poder se haya marginado cualquier iniciativa que durante décadas haya podido reivindicar o simpatizar siquiera con el “ideario fuerte”, no pudiendo cosechar este tipo de iniciativas políticas otra cosa que fracaso tras fracaso, hasta su extenuación y neutralización controlada.
La política ha estado y sigue estando obturada para cualquier iniciativa política de sello “patriótico” que sería la única posibilidad de una auténtica regeneración española. El camino está bloqueado debido al indiscutible consenso político y social al que han llegado todos los beneficiarios de esta “democracia” actual, la que siguió a la muerte de Franco. En una cosa todos están de acuerdo: en marginar y no dejar pasar a nadie que, por la razón que fuere, pudiera evocar ni lo más mínimo ninguna de las ideas-fuerza invocadas retóricamente durante el franquismo. Para ello cuentan con todos los medios a su alcance; estos se aplican a confundir y adoctrinar a una ciudadanía que se conforma con la versión oficial de los hechos pasados y actuales como si fuese verdad incontrovertible. Tampoco olvidemos que las mismas instituciones que otrora fueron sostenes del franquismo (y que gozaron del máximo prestigio social -la Iglesia y el Ejército- durante el régimen franquista) no quedaron indemnes en estos decenios de profunda transformación, sino que padecieron unas mutaciones que no por provenir a veces del exterior (el Concilio Vaticano II, p. ej.) dejaron de estar nunca influidas por los poderes legales y fácticos, los mismos que se apresuraron a jubilar y relevar a aquellos elementos que pudieran conservar algún vestigio de lealtad al “ideario fuerte”: “involucionistas” fueron denominados durante algún tiempo los que no se doblegaron, también se aludía a ese núcleo de irreductibles con el título de "búnker".
El franquismo murió con Franco, por mucho que se empeñen los que han hecho del anti-franquismo una profesión lucrativa. Pero, pese a todo el esfuerzo empleado por los rodillos mediáticos, todavía quedamos españoles que nos resistimos a dar por muerta a España, que nos negamos a que la Tradición hispánica fuese sepultada bajo la misma losa que cubrió a Francisco Franco, pues ese “ideario fuerte” no es monopolio del franquismo.
Y no lo hacemos por obstinación, tampoco por franquismo residual, del que estamos exentos (cosa que  no podrían decir renombrados políticos del PP y del PSOE, todavía activos): entendemos que algunos estadistas y algunos regímenes han podido trasuntar algunas realidades intangibles que fueron invocadas por ellos, pero esas realidades (justo por su intangibilidad) sobrevivirán a quienes las identificaron mejor o peor consigo mismos y con sus regímenes. Por eso, aunque reconocemos lo difícil que se hace reclamar ese “ideario fuerte” debido a los obstáculos que impiden que sean reintegradas al discurso político esas realidades (España, Religión, Tradición Hispánica), las ideas directrices para una reconstitución de España no han sido liquidadas, ni vamos a consentir que lo sean. Y si no podemos hacerlas valer, incorporándolas a la normalidad política por tantas razones explicitadas más arriba (amén de otras: nuestro análisis no agota la realidad, es una aproximación), queda por averiguar de qué modo reintegrarlas a la sociedad que tiene que ser, en suma, la principal beneficiaria de las mismas.









[1] Pi y Margall, Francisco, “Las nacionalidades”, Editorial Alba, Madrid, 1997.
 


[2] En última instancia, la consistencia filosófica del federalismo obedece al racionalismo europeo (Pi y Margall era tal vez uno de los pocos españoles de su tiempo familiarizados con la filosofía europea, francesa y alemana). El federalismo trataba de aplicar las reglas del método cartesiano a la nación con el propósito de descargar al individuo de toda presión estatal a la vez que proyectaba la ilusión comunitaria de solucionar los problemas que se atribuían a la perversión política liberal que había ejercido una férrea centralización (destacó en esta centralización la Década Moderada, cuyo árbitro fue Narváez).


 
[3] Ortega y Gasset, José, “Discursos políticos”, Alianza Editorial, Madrid, 1990, pág. 62.


 
[4] Ortega y Gasset, José, “Discursos políticos”, Alianza Editorial, Madrid, 1990, pág. 45.


 
[5] Ponemos en duda que lo convencionalmente llamado “democracia”, bajo un examen politológico más exhaustivo, sea tal democracia. Estas contradicciones, encubiertas por el abuso irresponsable del lenguaje, fueron puestas de manifiesto en la vigorosa y sugestiva crítica que Carl Schmitt hiciera en su ensayo “La situación histórico-intelectual del parlamentarismo hoy”; aunque el texto de Schmitt es de 1923, leyéndolo puede constatarse que los argumentos de Schmitt están hoy vigentes. El eminente politólogo germano encontraba una contradicción entre “democracia” y “parlamentarismo”. Schmitt creía que la raíz de esa contradicción se hallaba en “la contradicción, insuperable en su profundidad, entre la conciencia liberal del individuo y la homogeneidad democrática”. Véase: Schmitt, Carl, “Sobre el parlamentarismo”, Editorial Tecnos, Madrid, 1990.


 
[6] García-Trevijano, Antonio, “Frente a la Gran Mentira”, Espasa Calpe, Madrid, 1996, pág. 133.


 
[7] Sinova, Justino y Tusell, Javier, “La crisis de la Democracia en España. Ideas para reinventar nuestro sistema político”, Espasa Calpe, Madrid, 1997, pp. 137-146.


 
[8] Sobre este particular invitamos a leer el ensayo de José Javier Esparza, titulado “¿Fascismo en España?”, publicado en la revista “Hespérides”, Año VIII, Volumen IV, Número 20, del Verano del año 2000, pp. 227-255.