martes, 8 de diciembre de 2015

LA VERDAD SE SUBIÓ AL CIELO

Hacía tiempo que quería escribir sobre Astrea, la diosa de la Justicia (y también veremos abajo que la misma personificación mítica de la Verdad). 





LA VERDAD (JUSTICIA) SE SUBIÓ AL CIELO
Manuel Fernández Espinosa
 


Si un vocablo se repite en los siglos XVI y XVII (en los tratados políticos, en la literatura, en la correspondencia epistolar...), bien lo sabemos los que nos desenvolvemos con documentación de esa época, es la palabra "disimulación". Y nos equivocamos si pensamos que el único en proponerla como estrategia política es Maquiavelo. Tanto en la praxis política como en la ética, se impone en los tratadistas politológicos y morales la "disimulación". Así Baltasar Gracián:

"No condenar solo lo que a muchos agrada. Algo hay bueno, pues satisface a tantos; y, aunque no se explica, se goza. La singularidad siempre es odiosa; y cuando errónea, ridícula; antes desacreditará su mal concepto que el objeto; quedarse ha solo con su mal gusto. Si no sabe topar con lo bueno, disimule su cortedad y no condene a bulto, que el mal gusto ordinariamente nace de la ignorancia. Lo que todos dicen, o es, o quiere ser." (Oráculo manual y arte de prudencia).

O citemos a Diego de Saavedra Fajardo, cuando en su empresa XVIII recomienda al príncipe cristiano:

"Disimule la noticia de los vicios hasta que pueda remediallos con el tiempo, animando con el premio a los buenos y corrigiendo con el castigo a los malos, y usando de otros medios que enseña la prudencia" (Idea del príncipe político christiano representada en cien empresas).

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nos define el verbo "disimular" en cinco acepciones, a saber: 1. Encubrir con astucia la intención. 2. Desentenderse del conocimiento de algo. 3. Ocultar, encubrir algo que se siente y padece. 4. Tolerar, disculpar un desorden, afectando ignorarlo o no dándole importancia. 5. Disfrazar u ocultar algo, para que parezca distinto de lo que es.

En todos sus sentidos, disimular es impedir que se vea algo: la intención, la noticia, el sentimiento o la pasión, el desorden o la realidad tal y como es. Por eso no es de extrañar que en aquella época, cuando el disimulo triunfaba, no fuesen pocos los que hicieron suyo un tópico que tiene una larga historia y que reza así: "La verdad se fue al cielo".

En el origen del tópico "La verdad se fue al cielo" creo que sería oportuno recurrir a la mitología griega, cuando los poetas nos cuentan que la titánide Astrea, hija de Zeus y Temis, fue la última de los inmortales en abandonar la tierra. Astrea es la antigua diosa de la Justicia, anterior a Dike y, según los poetas griegos, Astrea se fue de la tierra cuando la Edad de Oro dio paso a la Edad de Bronce. Zeus convirtió a Astrea en una de las estrellas de la constelación de Virgo y la balanza de la Justicia fue, desde entonces, la constelación de Libra. Se la representa en figura de diosa con alas, envuelta en una ígnea aureola, portadora de una antorcha y los rayos de Zeus.

Lope de Vega, en un famoso poema "A mis soledades voy" dice:

"Dijeron que antiguamente


se fue la verdad al cielo;

tal la pusieron los hombres
que desde entonces no ha vuelto."

Francisco de Aldana es menos parco que Lope y así, con este primor, nos relata el apólogo sobre el cual se basa el tópico:

"Fue la Verdad con alas de paloma
desdeñando habitar nuestras cabañas
y en su lugar, como después del día
la noche acude, la Mentira vino,
y porque al mundo vio tan amoroso

y dado a lo exterior, se ornó la infame

de cabello sotil, dorado y crespo,

tomó los labios del color que muestran
la púrpura, la grana y los corales,
cubrióse de oro y plata en rico traje
alcoholó las cejas y nombróse

Verdad. ¡Ved qué mentira tan notable!
".

Tambien podemos encontrar referencias a este apólogo en Villalón, en Cervantes, en Mateo Alemán, en Francisco de Quevedo y en Baltasar Gracián: en fin, toda nuestra tradición literaria se hace eco de esa mítica fuga de la verdad que, cuando menos se pensaban los hombres, habíase ido al cielo, dejando a la tierra en un desorden como pocos.

Teniendo en cuenta el mito del catasterismo de Astrea (la Justicia), podemos decir que aquí, la verdad de la que nos hablan nuestros poetas es la misma Astrea, la primitiva y originaria Justicia de la edad de oro hesiódica.

Sirvan estas líneas para comprender mejor a nuestros clásicos, pues tanto el apólogo (con sus leves variaciones) como las alusiones a él son, como puede suponerse con las citas hechas por nosotros, uno de los tópicos de nuestra mejor literatura.

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