viernes, 29 de agosto de 2014

ALGUNAS CLAVES DEL URANISMO

El andrógino alquímico
Manuel Fernández Espinosa

En la correspondencia epistolar de Friedrich Engels puede encontrarse una carta a Karl Marx en la que podemos leer: "Los pederastas empiezan a contar y descubren formar una potencia en el seno del Estado. Solo faltaba una organización, pero según este libro parece que existe ya, en secreto. Y puesto que hay hombres tan importantes en los viejos partidos tanto como en los nuevos, de Rösing a Schweitzer, su victora es inevitable: De ahora en adelante será: "Paz a los coños, guerra a los ojetes"." (Carta de F. Engels a K. Marx, Manchester, 22 de junio de 1869).
 
Engels estaba en Inglaterra y por lo tanto no estaba al margen de los primeros pasos que el movimiento homosexual estaba dando. Tampoco Marx estaba ajeno a esta fuerza emergente. En esta carta Engels se refería a los libros del teórico del "tercer sexo": Karl Ulrichs. Ulrichs había escrito a Marx, mandándole libelos que reclamaban la liberalización homosexual. Engels y Marx no veían con buenos ojos esos planteamientos.
 
El mismo Ulrichs sería conocido por su teoría del "tercer sexo", teoría a la cual Engels calificaba como "obscenidad" convertida en teoría. Pero no era solo en la Europa occidental, entre los occidentalistas rusos Nikolái Konstantínovich Mijailovski (1842-1904), continuador de Chernishevski y conspicuo publicista del grupo naródniki (revolucionarios demócrata-populistas rusos), proclamaba la supuesta superioridad del hermafroditismo.
 
Otra vez en Inglaterra, corriendo el año 1897, un tal George Cecil Ives fundaba con otros colegas sodomitas suyos la Order of Chaeronea, una sociedad secreta para homosexuales, entre sus trabajos clandestinos figuraba el estudio de los medios conducentes a normalizar socialmente el homosexualismo: cien años después vemos que lo han conseguido en una gran parte del planeta.
 
En otro contexto Ernst Jünger se percata de que: "La comunidad de atuendo se extiende no sólo a todas las edades de la vida, sino incluso a la diversidad de los sexos, y se nos viene a la cabeza este notable pensamiento: que el descubrimiento del trabajador va acompañado del descubrimiento de un tercer sexo". Para el que esté familiarizado con el pensamiento del autor alemán no pasará desapercibido que el "trabajador" reviste para Jünger unas connotaciones que superan los análisis marxistas. Al "trabajador" dedicó Jünger un perspicuo ensayo ("El Trabajador. Dominio y figura"). Jünger no trataba en modo alguno de justificar situaciones, sino que trataba de explicárselas y explicarlas a sus lectores, viendo surgir en el horizonte un mundo cuya figura (Gestalt) predominante sería justamente la del Trabajador. El ensayo de Jünger resultó muy acertado en muchos puntos concernientes a la metanoia del mundo contemporáneo. En este punto también acertó el escritor teutónico.
 
La teoría del "tercer sexo" de Ulrichs es antecedente de la actual "ideología de género", pero sus supuestos habría que irlos a buscar en antiguas tradiciones filosóficas como la expuesta por Pausanias en el "El banquete" de Platón, donde se diferenciaban dos "Afroditas", correspondiendo el homosexualismo a la Afrodita Uránica. Ulrichs extraería de ahí el término "uranismo". Otras antiguas creencias esotéricas, como la del andrógino, están en la base de este pensamiento; para este asunto de la androginia es muy recomendable leer el libro que escribiera Mircea Eliade titulado "Mefistófeles y el Andrógino". En la alquimia, que es algo más que la precursora de la química (como sostienen los legos), el andrógino también ocupa un papel importante.
 
Conviene recordar que también es en "El banquete" de Platón donde hallamos el mito del andrógino, contado por Aristófanes. Allí Aristófanes nos revela que, según el antiguo mito, existían tres sexos: el masculino, el femenino y el andrógino. Aquí está el origen de la vulgar creencia en "la media naranja". Sin embargo, el mito del andrógino es mucho menos apacible de lo que puede parecer a los enamorados románticos con su teoría de la "mitad" que a cada uno le faltaba para completarse: el andrógino es un transgresor de la ley divina, comete un pecado (no una "falta" como está de moda decir en la teología blanda). El pecado (peccatum) es la deliberada transgresión de preceptos religiosos y, aunque en el mundo griego el concepto de pecado no pueda asimilarse al concepto cristiano, la palabra puede valer si la entendemos como "hybris", esto es: la desmesura de quien no se conforma con lo que tiene y pretende lograr por medios ilícitos lo que no le pertenece. El andrógino quiso escalar al Olimpo, fiando de sí mismo; y por ese atrevido desacato Zeus lo castigó, dividiéndolo en dos mitades. Son muchas las interpretaciones que de este mito podemos encontrar, pero merece que reparemos en que ese supuesto sexo fue rebelde, como Prometeo, como Lucífer.
 
Un estudio de las tendencias contemporáneas que esté desprovisto de estas claves de la tradición mitológica y filosófica puede ser cualquier cosa, menos un estudio completo.

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