viernes, 30 de octubre de 2015

LA PERSECUCIÓN ANTICATÓLICA EN TIEMPOS DE LA INQUISICIÓN

 
 
 
 
 
CRIPTOJUDÍOS Y HEREJES CONTRA LA ESPAÑA CATÓLICA
 
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
La serie de sucesos de los que doy cuenta a seguido puede ser interpretada como una escalada en la persecución del cristianismo. Lo que puede chocar es que estos luctuosos acontecimientos, ocurridos en muy distintas ciudades de nuestra España tuvieran lugar en tiempos en que la Inquisición (que con tan negras tintas nos la pintan) estaba vigente y ejercía de contención. Son sucesos documentados históricamente, no forman parte por lo tanto de la propaganda anti-judía.



En la ciudad de Jaén se descubrió que un tendero judío de la calle Maestra había puesto a la entrada de su tienda una tarima de madera, descubriéndosele más tarde que por la parte inferior de la tarima estaba pintado un crucifijo que todos los días era pisado por la clientela que accedía a la tienda. Los cristianos viejos de Jaén, una vez enterados de aquella traicionera bajeza rescataron el crucifijo, tributándole veneración durante muchos siglos con el nombre de Cristo de la Tarima.


La literatura antijudía es muy extensa, y bien se le puede acusar de contener episodios inventados, pero se puede ver que las provocaciones hebreas al pueblo católico tampoco faltan, aunque se quiera pasar de puntillas sobre ellas. Los siguientes sucesos que expondremos sin comentario son hechos históricos y comprobados, no patrañas propagandísticas de demagogos antijudíos.

El 21 de enero de 1624, un catalán de sangre judía llamado Benito Ferrer, que había sido fraile, después de convertirse en secreto al luteranismo, se disfrazó de sacerdote, subió al altar de una iglesia de Madrid y, ante el estupor de los fieles, tomó la Sagrada Hostia, despedazándola impávido. El 5 de julio del mismo año, un francés llamado Reinaldos de Peralta, emuló el sacrilegio del falso converso Ferrer.


El 27 de noviembre de 1625 apareció en la iglesia de San Isidoro de Sevilla un cartel que vilipendiaba a la religión católica, exaltando la ley mosaica. Su autor había sido el mulato Domingo Vicente.


En 1630, un grupo de judaizantes procedentes de Portugal se reunía en secreto, en una casa de la calle de las Infantas, villa y corte de Madrid. Allí el siniestro conciliábulo flagelaba y sometía a varias vejaciones una imagen de Cristo. Fueron descubiertos in fraganti por un católico, y el caso salió a la luz, conmocionando la "opinión pública" de aquel entonces. La imagen sacra de Jesucristo que escarnecían pasó a llamarse el Cristo de la Inocencia.


En 1633, bajo el reinado de Felipe IV, su entonces secretario, D. Francisco de Quevedo Villegas, genio de las letras hispánicas, redacta un informe para resolver los problemas derivados de la afluencia solapada de judíos conversos de origen portugués. El título del opúsculo es elocuente: "Execración por la fe católica contra la blasfema obstinación de los judíos que hablan portugués y en Madrid fijaron los carteles sacrílegos y heréticos...". Como podemos apreciar por el título se trata de un texto de circunstancias que sale al paso de la campaña que la criptojudería (judíos que practicaban ocultamente su religión) ponía en marcha en España. En ese mismo año unos anónimos, muy probablemente conversos de origen portugués, habían fijado en Madrid unos pasquines en que se insultaba a la religión católica, ofendiendo lo más sagrado de la Santa Religión.


Quevedo fustigaba la actitud hipócrita y pérfida de los conversos que hacían proselitismo entre los cristianos y no respetaban los sentimientos de la población autóctona, pero si algo denostaba Quevedo era a esos judíos tornadizos que se convertían al cristianismo, practicando ocultamente su religión:

"Pues los judíos que públicamente profesan su error y visten traje de judíos se contentan con no ser ellos mismos cristianos, mas éstos, dolosamente conversos, son judíos que pasan a pretender que sean judíos los cristianos."(3).

Este memorial de Quevedo que comentamos fue hallado el año 1991 en los depósitos de la Biblioteca del Real Consulado de La Coruña, y el texto, inédito hasta la fecha de su hallazgo, conocería los honores de su publicación, aunque salió a la luz pública en una edición limitadísima para eruditos, a cargo de la Real Academia Española de la Lengua; no obstante, la obra desapareció del mercado en extrañas circunstancias con excepción de unos pocos ejemplares que algunos particulares lograron salvar.

El documento es un testimonio de la época sobre la intolerancia religiosa que mostraba la comunidad judía asentada en España, así como el descaro con que operaba en la misma capital, fijando pasquines que insultaban los sentimientos cristianos del pueblo español.

Las manifestaciones impías y anticristianas de las minorías religiosas no acabaron aquel año de 1633. Según un artículo del franciscano fray Alejandro Recio Veganzones, O.F.M., siete años después de la redacción del memorial de Quevedo hubo un recital poético para desagraviar a la Inmaculada Concepción de María. Se trató de un acto de autoafirmación católica para reparación y desagravio de la Inmaculada tras el horrendo ataque ocurrido en Granada en abril de 1640 contra la Pureza de María.


Estos son los hechos de ese agravio de 1640 en Granada:


El jueves santo de 1640 un "hereje desalmado" había colocado en las puertas del Cabildo de Granada unos panfletos injuriosos contra la Pureza de María Santísima, lo que provocó la previsible reacción del clero, la nobleza y la furia del piadoso pueblo cristiano que no pudo sufrir aquel sacrilegio abominable. Fueron las gentes sencillas las que pidieron que la Santa Inquisición interviniera y castigase en justicia al atrevido provocador.


Nuestra reflexión final será muy breve. Todos estos hechos históricos apuntados aquí nos hacen pensar que la judería ejerció, incluso después de su expulsión de España, una actividad beligerante contra la Iglesia Católica y contra el sentir de nuestros antepasados. Esta actitud anticristiana se prolongaría a través de los siglos bajo el criminal fenómeno del anticlericalismo visceral que surgió sin máscaras en 1836 y rebrotó nuevamente un siglo después, en 1936.

Nos preguntamos si la tolerancia religiosa sólo se nos exige a los católicos, y sería muy oportuno cualquier trabajo de investigación histórica que con solvencia científica nos informara cumplidamente de sucesos como los que aquí he expuesto, pues no ignoro que no son los únicos de la larga historia del anticristianismo en España posterior a 1492. Se haría un gran servicio a la verdad histórica.

Me hago una pregunta: si con la Inquisición, entonces vigente, estos intolerantes anticristianos se permitían estos escarnios de profundo odio religioso y esas bellaquerías, ¿qué hubieran hecho sin Inquisición?

NOTAS:

 


1. Ignacio del Villar Maldonado, Silva responsorum iuris, in duos libros divisa, quorum quilibet indicem continet, ubi multae questiones ad Regni Legum explanationem utilissimae ponatur (Luis Sánchez, Madrid, 1614), fol. 133r.


2. Luis Coronas Tejada, La Inquisición en Jaén, Biblioteca Básica Giennense, Diputación Provincial de Jaén, Jaén, 1991. pág. 21.


3. Francisco de Quevedo Villegas, Execración por la fe católica contra la blasfema obstinación de los judíos que hablan portugués y en Madrid fijaron los carteles sacrílegos y heréticos, aconsejando el remedio que ataje lo que, sucedido, en este mundo con todos los tormentos aún no se puede empezar a castigar. pág. 37. Edición desaparecida de la Real Academia de la Lengua Española.


4. Fr. Alejandro Recio Veganzones, o.f.m., y correspondiente de la R. Academia de la Historia, Certamen poético celebrado en defensa y desagravio de la Pureza Inmaculada de María, en la ciudad de Martos en el año 1640. ALDABA, Excmo. Ayuntamiento de Martos y Concejalía de Cultura y Educación de Martos, n.º 11, Diciembre 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario