D. Claudio Sánchez-Albornoz |
SOBRE EL SOEZ PARLAR
Manuel Fernández Espinosa
A Don Claudio Sánchez-Albornoz no lo quiere recordar nadie. Su brava defensa de España, frente a los embelecos de ese nefasto contador de historietas llamado Américo Castro, no fue nunca instrumentalizable por los que vinieron después de muerto Franco. Fue el sabio de Ávila republicano, sí. Exiliado durante el franquismo, sí. Pero ser español y católico -a pesar de ser republicano, antifranquista y exiliado- se lo han hecho pagar caro con el ostracismo y con el olvido que se cierne sobre todo intelectual incómodo: cuando el intelectual no es incómodo, desconfiemos de su intelectualidad.
Por si fuese poco, D. Claudio Sánchez-Albornoz no tenía pelos en la lengua y era famoso por sus tacos, que tanto escandaliza al beaturrón espíritu de la gazmoñería. El taco, la palabrota, la interjección malsonante y subitánea, desprovista de más concepto que el de los genitales (bien sea la cojonera o el vaginatorio) son comodines de toda conversación ágil. Y qué haríamos los españoles decentes si nos privaran de esa forma compuesta de genitivo, concerniente al oficio de la madre, qué sería de nosotros si no pudiéramos espetarle un "hijoputa" al insoportable, un "hijo de la gran puta" al enemigo, un "hijo de puta" al cobarde, un "hijo de la grandísima puta" al traidor... Nos habrían desespañolizado del todo. Lo habría conseguido. Nos habrían castrado y ya no podríamos hablar de testículos.
Esos tacos hispánicos son, pensemos en Quevedo (el más español de los genios), tarjeta de presentación de cualquier español que se precie. En cierta ocasión, allá por 1978, escribió D. Claudio un artículo bajo el título "En torno a mis tacos castellanos" y en él defendía, contra todo el orbe de los que le reprochaban su lengua rahez, preñada de tacos, el estar en consonancia con lo mejor de nuestra tradición literaria. Y escribía:
"¿Me permiten ustedes recordar a Berceo? Berceo, devotísimo y piísimo cantor de vidas de santos, refiere que un obispo hizo llamar a un clérigo diciendo: "Que venga ese hijo de puta". Allá a la primera mitad del siglo XIII ya se empleaban, por tanto expresiones "audaces" sin que pestañeara el devoto poeta."
Por supuesto, lo ideal sería no tener que decir ni escribir ni un taco. Pero lo cierto es que, para consuelo de los que tenemos que describir el mundo, digamos que uno no tiene la culpa de que haya tanto hijo de puta.
DON CLAUDIO SÁNCHEZ-ALBORNOZ Y SU
ResponderEliminarVINCULACIÓN CON CENICIENTOS
Hora es de dar su nombre a una calle,
al historiador Sánchez-Albornoz,
que en recuerdos de infancia prestó voz
y a Cenicientos describió en detalle.
Correteó de niño por el valle
y del pueblo corucho fue altavoz,
supo del manejo de azadón y hoz
y a la mancera ceñirla del talle.
Medievalista de obra universal
abarcando a la España sarracena,
épica describió la reconquista,
recordando su infancia ceniental
con el abuelo cribando la arena
y a la Peña Buvera ante su vista.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA CASA DEL MINERO
ResponderEliminarDormita el caserón en el derrumbe
con vigas carcomidas entre incuria
y paredes pasada la centuria
de altozano mostrando pesadumbre.
Caserón que libró de incertidumbre
a coruchos viviendo entre penuria
y necesidad cruel, dureza y furia
del puchero vacío ante la lumbre.
El Minero fue pródigo en jornales
y donaba a las pilas bautismales
que Cenicientos en su Iglesia tiene,
y a coruchos nacidos en su seno
a atropellos notorios puso freno
en caserón que en pie aún se sostiene.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EN LA BARCA DE CARONTE
ResponderEliminarEn la barca de Caronte
un óbolo pagaré,
y así te regresaré
sobre el río de Aqueronte.
La Estigia detrás del monte
la surcaré como Orfeo,
y te entregaré el trofeo
que anida en mi corazón,
entonando una canción
de Gonzalo de Berceo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
FLORA Y FAUNA DE CENICIENTOS
ResponderEliminarDestacándose el majuelo
y la higuera con sus higos,
la encina les brinda abrigos
y les protege este cielo.
Va con su olor el romero
y su flor la blanca jara,
que en el monte se enmascara
entre el pino resinero.
Se yergue en risco el enebro
con el aliso debajo,
no dándole más trabajo
que el que imprime a su cerebro.
Surge la jara pringosa
junto a la flor del cantueso,
y entre los dos te di un beso
que me pediste jocosa.
El almendro ya explosiona
con su floresta nupcial,
almendras del almendral
prolíficas en la zona.
Castañas del castañar
y los frutos del madroño,
emergentes en otoño
cuando emerge el olivar.
Vainas de las cornicabras
donde el espárrago medra,
entre el zarzal y la piedra
por donde triscan las cabras.
La Fauna vive y los anda
y desenvuelve a su sombra,
les dan cobijo y alfombra
y alimento les demanda.
Viven liebres y conejos
y el ocelado lagarto,
que las rocas les dan cuarto
y las aguas los espejos.
Vuela el águila imperial
y huye de ella el estornino,
y aparta de su camino
la perdiz del Cornetal.
Repta culebra bastarda
y corren las lagartijas,
que se infiltran por rendijas
y el sapo común escarda.
El pájaro picapinos
duerme con su picoteo,
el airoso parloteo
del herrerillo en los pinos.
El zorro va con sigilo
al igual que el jabalí,
y la garduña va así
elegante y con estilo.
La urraca tan vocinglera
a la tórtola disgusta,
pues a su pollada asusta
en la Umbría conejera.
Los murciélagos se cuelgan
en la casa del Minero
y los observa un jilguero
mientras grillos se descuelgan.
Los cuervos y demás córvidos
libres vuelan por los campos
cuando el fuego de los lampos
anuncio es de truenos hórridos.
Y así entre brisas y vientos
viven la Fauna y la Flora,
día y noche y por la aurora
Flora y Fauna en Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho