"Miradla los sodomitas, los adúlteros, y los leprosos que
cambiasteis las leyes para defender vuestras llagas."
(León Felipe)
UN POETA MARGINADO
Manuel Fernández Espinosa
Felipe
Camino Galicia de la Rosa, más conocido como León Felipe, nació en Tábara
(Zamora) el 11 de abril de 1884 y falleció, en el exilio político, en Ciudad de
México, cuando corría el año 1968, siendo el 18 de septiembre. Allá por
septiembre de 1959 cundió por España la noticia de su muerte en México. Cuando
lo supo, Camilo José Cela no se lo creyó y por eso escribió "León
Felipe no ha muerto" (Papeles de Son Armadans, 1959) escribiendo
encomiásticamente el gallego:
"No; León Felipe -pensaba quien estas líneas redacta para dar alas a
su voluntad de no imaginárselo desaparecido para siempre- es un violento toro
ibero que de haber muerto, lo hubiera hecho, como corresponde, con un duro
estrépito, con un eco sonoro y prolongado en miles y miles de cabezas y piedras
y conciencias españolas".
En efecto, no le faltaba razón a Cela. Más de uno daba por bueno que el
viejo y nietzscheano poeta de Zamora hubiera muerto, allá lejos en su exilio de
México, donde añoraba su Castilla nativa.
En la introducción de la "Antología poética" de la
obra del poeta León Felipe, Jorge Campos refiere, pasando de puntillas, que en
Valencia León Felipe tuvo ciertas desavenencias con los
"intelectuales" de la Segunda República. Jorge Campos nos dice
textualmente: "alguna disensión surgida entre un sector de los allí
albergados, con unas polémicas que saltan a la prensa, coincidentes con su
postura aislada que refleja en el poema La insignia le crea una
situación incómoda".
¿Qué había pasado para que León Felipe se pusiera en el punto de mira de los
fusiles marxistas? A León Felipe le había sorprendido el Alzamiento Nacional de
1936 en Panamá, donde además de ejercer la docencia, desempeñaba el cargo de
agregado cultural de la embajada española. Adicto incondicional de la Segunda
República, desde que se conoce la noticia del levantamiento contra la
República española León Felipe tiene problemas en Panamá: las noticias de lo
que está ocurriendo en España no son del todo claras y, por si fuese poco,
periodistas panameños la emprenden con él; también parece ser que ciertos
miembros del personal de la embajada española adoptan una posición favorable al
Alzamiento del 18 de Julio, todo esto provoca que, ni corto ni perezoso, León
Felipe embarque rumbo a España, contra lo que dictaba la prudencia (mientras
todos hacían por escapar... Él venía al peligro: algo que, de por sí, ya nos dice
mucho del arrojo del personaje). Con la franqueza que le caracterizaba así lo
dirá él mismo:
"Me voy [de Panáma, a España] porque quiero saber la verdad
sobre la tragedia de mi Patria y nadie me la dice. Ni los mastines, ni mis
amigos tampoco. Quiero encontrarme frente a frente con la realidad exacta e
inmediata...".
León Felipe llamaba "mastines" a los miembros de la Generación del
98.
Es así como el matrimonio llega a Madrid y León Felipe se pone al servicio
sin reservas de la causa republicana. Cuando arrecian los bombardeos sobre
Madrid, Rafael Alberti, Dolores Pasionaria y el resto de la comparsa abandonan
a los madrileños, dejándoles la consigna "NO PASARÁN", mientras ellos
ponen sus posaderas a salvo, buscando la querencia del refugio valenciano: una
ciudad en el litoral levantino, frente al Mediterráneo: para poder escapar sin
muchos problemas. Con el gobierno republicano a la cabeza, todos preparados para embarcar. Sin embargo, León
Felipe no parece querer huir y tiene la ocurrencia -diríamos que numantina- de
autoinmolarse prendiendo fuego a la biblioteca de la Alianza de Intelectuales
Antisfascistas. Así se lo confía a Rafael Alberti, pero éste, mucho más cuerdo
y mucho más calculador, hizo desistir a León Felipe de su idea kamikaze.
Su estancia en Madrid le había causado situaciones comprometidas, donde a
punto estuvo de ser pasado por las armas (y no por los fusiles falangistas ni
requetés, sino por los de las milicias del Frente Popular). Nos lo relata un
testigo nada sospechoso de franquista, Pablo Neruda:
"Volvía León Felipe de una de sus conferencias anarquizantes, ya
entrada la noche, cuando nos encontramos en el café de la esquina de mi casa.
El poeta llevaba una capa española que iba muy bien con su barba nazarena. Al
salir rozó, con los elegantes pliegos de su atuendo romántico, a uno de sus
quisquillosos correligionarios. No sé si la apostura de antiguo hidalgo de León
Felipe molestó a aquel "héroe" de la retaguardia, pero lo cierto es
que fuimos detenidos a los pocos pasos por un grupo de anarquistas, encabezados
por el ofendido del café. Querían examinar nuestros papeles y, tras darles un
vistazo, se llevaron al poeta leonés entre dos hombres fornidos"
("Confieso que he vivido").
Neruda recurrió a dos milicianos armados que venían del frente, rogándoles
que intercedieran por León Felipe ante la cuadrilla pistolera. A León Felipe,
con sus barbas nazarenas y su capa española, se lo llevaban a la tapia:
"...lo conducían al fusiladero próximo a mi casa, cuyos estampidos
nocturnos muchas veces no me dejaban dormir" -dice Neruda.
Una vez instalados los "intelectuales antifascistas" en
Valencia, León Felipe sigue metiéndose en líos. Los "intelectuales" de
la Segunda República, trasladados a la ciudad del Turia se albergaban en la
Casa de la Cultura. Es entonces cuando ocurre lo que Jorge Campos refiere -a lo
que aludíamos más arriba.
El problema le vendrá a León Felipe por sus poemas. No sólo por "La
insignia", sino también por el titulado "El hacha".
En "La insignia" León Felipe decía:
"Ahí están -miradlos-
ahí están, los conocéis bien.
Andan por toda Valencia,
están en la retaguardia de Madrid,
y en la retaguardia de Barcelona también.
Están en todas las retaguardias.
Son los Comités,
los partidillos,
las banderías,
los Sindicatos,
los guerrilleros criminales de la retaguardia ciudadana.
Ahí los tenéis.
Abrazados a su botín reciente,
guardándole,
defendiéndole,
con una avaricia que no tuvo nunca el más degradado burgués."
León Felipe leyó este poema en público, en la misma Valencia
frentepopulista y más tarde lo recitó en el "Coliseum" de Barcelona,
el 28 de marzo de 1937. Hacer esto, cuando campaban las milicias a fuero de
"aquí te pillo, aquí te mato" era de una valentía que no sabríamos si
aplicarle el calificativo de temeraria. Y además, León Felipe en su visionario
ministerio de vate, no salvaba a ninguno:
"Y aquí estáis anclados,
Sindicalistas,
Sindicalistas,
Comunistas,
Anarquistas,
Anarquistas,
Socialistas,
Trotskistas,
Republicanos de Izquierda...
Aquí estáis anclados,
custodiando la rapiña,
para que no se la lleve vuestro hermano".
Como podemos ver, sin concesiones.
En el poema de "El hacha" no era menos furibunda su
denuncia de la degeneración a la que se había dado la milicianada del Frente
Popular:
"En España no hay bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay bandos.
No hay más que un hacha amarilla
que ha afilado el rencor."
La postura individualista de León Felipe significaba una brecha en el
compacto bloque de esa "intelectualidad" ideologizada, en su gran
parte sumisa a los dictados de Moscú, instrumentalizada por la propaganda
soviética.
Aquella disputa le granjeó a León Felipe no pocas molestias y si en Madrid
-según nos cuenta Neruda- faltó poco para que unos anarquistas lo fusilaran, en
Valencia fue el amparo armado del sector anarco-sindicalista el que lo preservó
de la liquidación que algunos marxistas habían dictado contra el poeta díscolo.
La valentía de León Felipe, denunciando sin paliativos la barbarie de sus
propios correligionarios, es algo que lo engrandece. Y, desde luego, es algo
que explica que León Felipe apenas sea mencionado en los manuales de texto de
Literatura, se le haya apartado discretamente de las librerías y bibliotecas y
no se hable de él, con el mismo cansino retornello que emplean para otros, que no tuvieron ni de lejos la bravura de
alzarse contra el salvajismo sectario. Pero si el mundillo cultural regido por
la izquierda acomodada y sectaria ha marginado a León Felipe, excomulgándolo de
su panteón de poetas ilustres por serle tan incómodo, habrá que reivindicarlo
desde otros campos.
Desde el campo de la honestidad intelectual y la españolía más genuinas, por
ejemplo.