TIPOGRAFÍA HISPÁNICA COMO RASGO DE IDENTIDAD
Manuel Fernández Espinosa
En el año 2000, el ayuntamiento de Bilbao encargó a Alberto Corazón la normalización de la "letra vasca" (ver artículo). Marcar las diferencias, incluso en la tipografía, es un audaz golpe nacionalista que las mismas autoridades (por llamarlas de algún modo) españolas no entienden ni el alcance de su trascendencia. El movimiento cultural Euskal Pizkundea (Renacimiento Vascongado) había trabajado con anterioridad en este campo. Pero la victoria de Franco en 1939 detuvo el avance de esta silenciosa y audaz vanguardia cultural nacionalista vasca, que elaboraba, además de éste, otros nuevos desafíos al centralismo españolista (ver artículo).
La reafirmación de una grafía había sido ensayada previamente en Irlanda, con la puesta en vigor de la caligrafía celta: el llamado alfabeto uncial irlandés que irrumpió como variante del alfabeto latino en 1571, paradójicamente, para un catecismo protestante mandado por Isabel I de Inglaterra. Hoy se emplea a título decorativo, aunque muchos periódicos conservan la grafía para sus cabeceras (ver artículo).
Los nuevos tontos son tontos por no llevar hasta el final su tontería. Ministros actuales del gobierno de ocupación español no han tenido recato alguno en reducir España a los estrechos parámetros de una "marca" (la "marca España", pregonan esos del PP), pero en cambio ninguno se ha dado cuenta de que cualquier empresa ("marca" -para seguir con la analogía comercial) tiene sumo cuidado en la elaboración de su identidad corporativa. De tal modo que uno de los capítulos más importantes del sistema de diseño de las empresas mundiales lo constituyen los "elementos gráficos" (comprendiendo aquí la tipografía que caracteriza singularmente a una entidad). Lo que irlandeses y vascos han hecho está por hacer en España.
¿Tendremos que llamar a Tolkien para una hazaña así? No hace falta. No es menester inventar nada cuando se tiene una tradición más que milenaria. Lo que hay que hacer es volver a las raíces. Bastaría con tener un mínimo de cultura hispánica para saber cuál es la caligrafía que ha de reivindicar un movimiento consciente de su españolía más genuina. Hay que mirar a San Isidoro de Sevilla, como hiciera el gran Menéndez y Pelayo:
"Por siglos y siglos fué San Isidoro el grito de guerra de la ciencia española: nuestra particular liturgia, más que gótica, más que muzárabe, se llama isidoriana, aunque sus orígenes se remonten hasta los varones apostólicos. Isidoriana se llamó la letra de nuestros códices hasta que los cluniacenses introdujeron la francesa".
Isidoriana se llamó la letra de nuestros códices pre-cluniacenses. A estos códices han de volverse los ojos piadosos de los hombres de la tradición española. Normalizar una grafía y esperar que los hombres de la informática sean capaces de hacerla valer en este mundo digital. Los rótulos de las calles, de los bares, de los establecimientos, de la prensa de papel, de todo en nuestra propia caligrafía arcaica.
No más. Este artículo no es un ensayo, es un desafío a los que se dicen españoles y piensan como extranjeros, por haberse alejado de las fuentes puras de nuestra tradición auténtica, incorporando e importando pamplinas ajenas.
Artículos consultados:
"La letra vasca: etnicidad y cultura tipográfica", Eduardo Herrera Fernández, Visual, nº 109, julio 2004.
"Trojan horse and Friendly Faces:Irish Gaelic Typography as Propaganda", Mathew D. Staunton,Reveu Lisa.
"San Isidoro", Marcelino Menéndez y Pelayo, discurso en la Academia Hispalense de Santo Tomás de Aquino, octubre de 1881.
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