lunes, 15 de septiembre de 2014

LA NOCHE DE WALBURGA DE GUSTAV MEYRINK

Gustav Meyrink
 
UNA NOVELA LUCIFÉRICA

Manuel Fernández Espinosa
 
 
LA PRAGA DE MEYRINK
 
 
La Praga que aparece en las inquietantes novelas de Gustav Meyrink (1868-1932) es un mundo poblado de seres fantasmagóricos y más que una ciudad parece un pandemónium onírico. Además de ser el escenario de “El Golem” (1914), Praga aparece en otra novela menos conocida de Meyrink: “La noche de Walburga” (1917).
De su biografía resaltaremos su origen bastardo: Meyrink (su verdadero nombre era Gustav Meyer) fue fruto de los amores extramatrimoniales entre un aristócrata germano y una actriz judía. Y a su condición de hijo natural hay que apuntar su temprano interés por el ocultismo: interesado por el espiritismo, por el teosofismo (empleamos el término guenoniano “teosofismo” para referirnos a la Sociedad Teosófica), la alquimia y la cábala. Fundó la logia de la Estrella Azul y formó parte de la Hermetic Order of the Golden Dawn (donde se iniciaron personajes como W. B. Yeats o Aleister Crowley). Más tarde, Meyrink se despegaría del teosofismo, emprendería una denuncia del espiritismo y se interesaría por las religiones de extremo oriente, como el taoísmo y el budismo. Otros datos biográficos que pudieran ser interesantes para el lector puede encontrarlos en cualquier semblanza biográfica, sin embargo nos parece fundamental para considerar su obra destacar su origen bastardo (que aparece proyectado en muchos de sus personajes) y el conocimiento del ocultismo y de las tradiciones esotéricas de occidente y oriente.
Aunque su éxito más clamoroso fue “El Golem”, queremos centrarnos en “La noche de Walburga” puesto que en esta novela Meyrink viene a desarrollar toda una “filosofía de la historia” en clave esotérica. El título de la obra es elocuente: “La noche de Walburga” es una ancestral festividad que tiene lugar del 30 de abril al 1º de mayo, siendo conocida también como la “noche de las brujas”. El nombre de “Walburga” alude a Santa Walburga (aprox. 710-777) que fue una monja inglesa que misionó en la entonces todavía pagana Europa central. A Santa Walburga se le atribuye especial patrocinio sobre sus devotos a los que defiende de los maleficios y las artes mágicas. Santa Walburga fue canonizada el año 870 y se la celebra esta noche, precisamente para conjurar el peligro de las brujas en una noche que, así se creía y cree en el norte y centro de Europa, los seres del más allá ven las puertas abiertas e irrumpen en nuestro mundo. En la literatura, la Noche de Walburga (también Walpurgis) aparece como una de las escenas del “Fausto” de Goethe.
Meyrink nos presenta una Praga dividida en dos mundos: el “Hradschin” y “Praga”. El Hradschin corresponde al distrito más antiguo de la ciudad, constituyendo un recinto fortificado, una ciudadela, que contiene el Castillo de Praga, la Catedral de San Vito y otros edificios de mucha solera. El Hradschin tiene en la novela un simbolismo político muy acusado: es en el Hradschin donde viven, prácticamente confinados, unos aristócratas anacrónicos y displicentes que nada quieren tener que ver con el resto de la ciudad. Puede considerarse a estos personajes como los descendientes de una casta impuesta por un poder extranjero que, en la compleja historia de Bohemia, correspondería históricamente al resultado de los avatares históricos y bélicos que hicieron de Bohemia un dominio de los Habsburgo en 1526. La acción de la novela se dispone en las vísperas de una revolución política y social que va a transgredir el orden vigente, como una erupción volcánica cuyas raíces subterráneas hay que buscarlas en el pasado histórico, pero donde jugarán un papel fundamental fuerzas preternaturales de carácter intemporal.
La novela de Meyrink toca tangencialmente las vicisitudes de la historia empírica de Bohemia, dando por sentado el conocimiento histórico del lector; lo cual es muy de agradecer por presumirnos su autor un conocimiento exhaustivo de la revolución husita y los multiseculares conflictos religiosos que tuvieron a Praga por escenario, pero es mucho suponer en un lector medio un conocimiento de aquellos disturbios religiosos y esos acontecimientos históricos que convulsionaron aquel reino de Bohemia. El resultado de aludir a estos episodios repercute en el lector en un incremento de la sensación onírica que produce todo el relato, que de suyo no se atiene a la historia fáctica en el "presente" de la acción, aunque se remite a hechos históricos anteriores en siglos a la acción que se relata. Además de estas cuestiones, cuyas claves históricas subyacen sin explicitarse, la obra ofrece una galería de personajes que, como en otras novelas de Meyrink, acusan una identidad quebradiza en el flujo temporal, son personajes con un “yo” que fluctúa, a la vez que las cosas inanimadas (como también ocurre en algunos pasajes de “El Golem” y en otras obras de Meyrink) parecen adquirir por momentos vida propia, asomando un cierto animismo.
La irrupción de temas propiamente ocultistas en la novela tiene lugar: primero, con la creencia chamánica del “ewli” y el “aweysha” y, después, de un modo mucho más siniestro, esas exóticas figuras del “ewli” y “aweysha” que acaparan una buena parte de la novela nos conducen hacia el personaje que parece estar detrás de todo lo que sucede, el verdadero protagonista: Lucifer, el ángel caído.
LUCIFER CON MITRA
La caracterización que hace Meyrink de Lucifer en esta novela que comentamos puede resultar extraña y novedosa, pero se ajusta a criterios de cierta verosimilitud iconológica y, por su bagaje ocultista, el autor nos ofrece trazos de una doctrina demonológica que sirven para penetrar en el "significado" que el ángel caído adquiere para la historia de los hombres y las sociedades. De esta manera, Meyrink arroja luces sobre el papel que Lucifer (el mal) reviste  en la historia: he ahí el meollo de la "filosofía de la historia" (de carácter esotérico) que se plasma en esta novela.
Lucifer es el motor de las revoluciones. Sirviéndose de los deseos del ser humano, el ángel que cayó por su rebeldía trastorna el orden vigente, subvirtiéndolo todo. En la novela importan poco las "ideologías" que puedan parecer alentar las revoluciones: se alude al socialismo, se mencionan anarquistas rusos, pero lo que verdaderamente sabe Meyrink es que esas "ideologías" no son sustanciales, la sustancia de la revolución es el pecado: la soberbia, la lujuria, la ambición, la venganza, la envidia. El movimiento político revolucionario no es descrito con lujo de detalles, parece arrancar de una situación de injusticia social y, aunque comienza reivindicando la justicia social, desemboca en la efímera restauración de un trono que está llamado a derrumbarse. Por eso, los pocos críticos que han tratado de interpretar esta novela ven en ella cifrados los acontecimientos de la revolución bolchevique tanto como una especie de anuncio de los que estarían por realizarse con el advenimiento del nacional-socialismo en Alemania.
Lucifer hace su aparición ante varios personajes de la novela. El primero que se lo encuentra es Thaddäus Flugbeil (alias “Pingüino”), uno de los habitantes del Hradschin que es el viejo médico de su alteza imperial. Este médico, en la soledad, se encuentra a Lucifer frente a él, lo identifica y lo interpela, escuchando el discurso luciferino:
“Al quitarse las gafas [Thaddäus Flugbeil] se encontró a un hombre ante él, desnudo, tan sólo con un taparrabos en las caderas, de piel morena, alto de estatura, increíblemente delgado y con una mitra negra, que lanzaba destellos azulados, sobre la cabeza”.
Más tarde, Liesel de Bohemia, una vieja prostituta, también le contará a Thaddäus que ha visto a Lucifer de la misma guisa. Y en el capítulo final, titulado “Los tambores de Lucifer”, Polixena también tendrá ocasión de verlo mezclado entre las turbas que llevan a cabo la revolución: lo verá bajo el mismo aspecto, pero pletórico y regocijándose en la orgía de sangre y crimen de los tumultos revolucionarios.
Es interesante que Meyrink nos haya pintado a Lucifer con mitra. Para comprender la aparición de una mitra en la cabeza del ángel caído hay que saber primero que la mitra es el tocado distintivo del orden episcopal. El primero de los obispos que se la ciñó en su cabeza a modo de corona fue San Silvestre, Obispo de Roma, cuyo pontificado fue del año 314 al 335. Más tarde fue ordenado que la mitra fuese usada por todos los obispos de la cristiandad, mientras que la Tiara parece reservarse en un sentido más estricto para el Obispo de Roma, el Papa. La mitra, como todos los objetos religiosos, tiene un rico simbolismo: se ha visto prefigurada en la transfiguración que experimentó Moisés tras recibir las Tablas de la Ley. La mitra tiene dos cuernos que simbolizan los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, así como los dos preceptos de la caridad: el amor a Dios y el amor al prójimo que tienen que observar los obispos para el mejor gobierno de su iglesia particular; las dos cintas que cuelgan de ella se llaman “vitte” y simbolizan los dos sentidos de la Escritura Sagrada: el sentido literal y el sentido espiritual, recordándole al obispo que ha de ser maestro en ambos sentidos. Las cintas cuelgan a la espalda, para enseñarle al obispo que lo que predica ha de realizarlo con las obras. El obispo suele disponer de dos mitras: una, la llamada "frigiata" (hecha de piedras preciosas como símbolo de la caridad, para llevar en las solemnidades y oficiar de pontifical) y la "mitra simple" que la lleva para otros oficios. Aquí el color es muy importante, como siempre en el simbolismo, y la mitra se recomienda que sea de color "blanco", como símbolo de la pureza.
La mitra que lleva Lucifer en “La noche de Walpurga” es de color negro e irradia destellos azulados. ¿Por qué pinta Meyrink a Lucifer con una mitra? ¿Se trata de un chiste anticlerical? Ni mucho menos: Meyrink no desliza aquí ninguna irreverencia anticlerical, pues sabe que desde los inicios del cristianismo, el obispo es llamado “ángel” por la Iglesia. Para el profano, los “ángeles” corresponden a seres creados espirituales, inteligencias puras, representadas de muchas formas, pero dominando la iconografía que los hace alados. Sin embargo, en el mismo Apocalipsis encontramos que los cristícolas se referían a sus obispos como “ángeles”. Dionisio Areopagita nos dice: “…no veo inconveniente alguno en que las Escrituras llamen “ángel” incluso a nuestro jerarca (obispo). Tiene la propiedad de ser, dentro de lo posible, como los ángeles, un mensajero. Tiene, además, la misión de imitar, según sus posibilidades, el poder revelador de los ángeles” (“La Jerarquía Celeste”).
Dionisio Areopagita sabía que “los órdenes inferiores no tienen la plenitud ni poder completo correspondiente a los superiores. Pero participan proporcionalmente en el poder de aquéllos como parte de la armoniosa, universal y equitativa comunión en que todos se entrelazan”. A los órdenes inferiores de la iglesia terrenal (visible y militante) no les es concedida la plenitud, pero participan proporcionalmente en el poder de las jerarquías celestiales. Si la mitra es uno de los objetos identificativos de la jerarquía eclesiástica (ciencia, actividad y perfección divinamente inspirada y estructurada) y un obispo es un "ángel", entenderemos que no es un despropósito figurarse (como hace Meyrink) que el ángel caído Lucifer, de incursión por la tierra, adopte la mitra en su visibilización, fiel a su entidad angélica: esta entidad, al ser invertida, encuentra en la negritud de su mitra todo el aspecto siniestro, mientras que los destellos “azules”, en consideración al simbolismo del color “azul”, subrayan este aspecto en la línea de la noche (el azul está relacionado con la noche y la inteligencia), insinuándonos el aspecto de la inteligencia angelical luciférica, por más depravada que ésta inteligencia sea en Lucifer.
En la novela de Meyrink tenemos uno de esos discursos atribuidos a Lucifer, como el famoso que Goethe pone en boca de Mefistófeles. El Lucifer de Meyrink nos revela que se entiende a sí mismo, en su soberbia, como “el dios en cuyas manos ponen los hombres sus deseos” y el taparrabos con el que se cubre las partes genitales, el mismo Lucifer nos dice que lo lleva por ser, de entre todos los “dioses” el único sexuado. Los deseos están asociados a la sexualidad: “La raíz más profunda e incomprensible de todo deseo descansa siempre en el sexo, aun cuando el retoño, el deseo despierto, no tenga aparentemente nada que ver con la sexualidad” -dice el personaje infernal.
Lucifer no reviste la condición de tentador mostrenco, sino que más bien se presenta como cumplidor de deseos: como Mefistófeles con Fausto, Lucifer está siempre dispuesto a cumplir los deseos de quienes viven dominados por el deseo. Para ello se sirve de la disociación entre el alma y el cuerpo de cada hombre: lo que el demonio cumple es el deseo implícito del alma del interesado, aunque el cuerpo pida explícitamente lo contrario. Los resultados, según se desprende de la novela de Meyrink, son espantosos, constituyendo así la médula de la filosofía de la historia que contiene “La noche de Walburga”.
La conclusión queda subyacente. Para evitar el drama histórico la humanidad debería suprimir los deseos o ser capaz (algo que no está al alcance de todos) de conciliar el deseo del alma con el deseo corporal, sin ruptura. Por otros caminos, Meyrink ha llegado a una conclusión que sí puede compartir el cristiano: es la “Puerta del Mediodía” en la teología mística de fray Juan de los Ángeles (1536-1609): “La puerta del Mediodía es la abnegación de la propia voluntad, porque nunca queda tan clara y resplandeciente el alma como cuando se niega y desampara a sí misma y nada le queda de propia voluntad”, pues “Con toda verdad te sé decir que nunca gocé de mi propia voluntad hasta que por Dios la negué, porque en Él se cobra mejorado lo que por Él se pierde o renuncia” (“Diálogos de la conquista del Reino de Dios”, fray Juan de los Ángeles).
Para poder escapar de la destrucción luciferina hay que escapar del torbellino de los deseos.

NOTA BENE:

"Walpurgis Nacht" de Gustav Meyrink está traducida al español por Pedro Gálvez, bajo el título de "La noche de Walburga", publicada en Bruguera, Barcelona, 1983.

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