domingo, 18 de diciembre de 2016

SIGLO XIX: LOS ROTHSCHILD ATERRIZAN EN ESPAÑA

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Henry Coston
LA FUNESTA DOMINACIÓN ECONÓMICA DE NUESTRA PATRIA

Manuel Fernández Espinosa


Henry Coston, de familia auvernesa, nació en París el 20 de diciembre de 1910. A los 16 años era secretario de la organización de Charles Maurras, Acción Francesa, en Villeneuve-sur-Lot. Desde 1927 se convirtió en asiduo colaborador de la prensa patriota francesa, firmando artículos en "Express du Midi", "Paysan du Sud-Ouest", "Petit Oranais", "Le Porc-Epic", "Le Siècle Nouveau". En 1930 Coston refundó "La Libre Parole", el famoso periódico de Eduardo Drumont. Henry Coston no se conformó con sus trabajos periodísticos, sino que empezó a escribir y publicar libros como "Les Mystères de la Franc-Maçonnerie", que desde entonces lo acreditarían como un experto masonólogo. Con esta trayectoria, en 1940, tomó partido por Pétain y la Francia de Vichy, siendo depurado tras la victoria de los Aliados. Como otros muchos franceses de Vichy, Coston fue confinado en el presidio de la Isla de Ré. Tras cumplir su condena, reanudó su labor investigadora, pese a haber sido víctima de la destrucción de sus archivos. En 1952 empezó a escribir para "Echo de la Presse", fundando con su esposa la "Librairie Française". Archivó, documentó y escribió toneladas de papel, publicando más de treinta libros sobre los oscuros grupos de poder financiero que dominan al otro lado de las bambalinas este mundo en que vivimos. Henry Coston falleció el 26 de julio de 2001, a la edad de 90 años. La mayor parte de su ingente producción literaria se encuentra en lengua francesa y, lo que es de lamentar, apenas está traducido al castellano.
Uno de los pocos libros de Coston traducidos al español es "La Europa de los banqueros" (Librería-Editorial Argos, Barcelona, 1963). Muy difícil de conseguir, "Le Europa de los banqueros" será el libro en que Coston nos revele -en sus capítulos finales- algo sobre la intromisión de los Rothschild en la historia de la economía española.

Efectivamente, las indagaciones de Coston ponen de relieve que, sin los tentáculos del liberalismo político español del XIX, la familia Rothschild no hubiera podido inmiscuirse en España para convertirla en presa de su especulación financiera. Los Rothschild aprovecharon la Primera Guerra Carlista para hacerse con el monopolio de las minas de mercurio. En aquel entonces, Europa no tenía más yacimientos de mercurio que dos: uno en Indria (Austria) y el otro en Almadén (España). Quien controlara ambos yacimientos, controlaría el mercado de mercurio. La Regente María Cristina necesitaba dinero para aplastar a los carlistas. Los Rothschild salían ganando, prestando con usura el dinero que les faltaba a los liberales para combatir al carlismo y a la vez apropiándose con la mina española de mercurio: "El que estuviera en posesión de estas dos minas, dominaría el mercado en forma de monopolio y podría fijar el precio de este metal" -dice Coston.

Nathan Rothschild, el Rothschild con sede en Londres, envió a su hijo Lionel Rothschild a Madrid para llevar a efecto el objetivo financiero: hacerse con el yacimiento de Almadén, pues la mina de Austria ya la habían comprado al estado austriaco. El 27 de noviembre de 1834 el gobierno liberal, con la anuencia de la Reina Gobernadora María Cristina, adjudicó al mejor postor la mina de Almadén para que el beneficiario la explotara por un lustro. Los postores habían enviado sus ofertas en pliego sellado al Ministerio liberal de Finanzas, pero sin que se sepa con qué malas artes Rothschild ganó la partida a la Banca Zelueta. Poniendo tan sólo cinco reales más de los que habían ofrecido los Zelueta en la puja por Almadén. Así, el 21 de febrero de 1835 Lionel Rothschild y el Conde de Toreno firmaban el contrato que otorgaba a los Rothschild el monopolio de mercurio. Por si fuera poco, Lionel Rothschild, de probado linaje judaico, se dio el gustazo de recibir la Orden de Isabel la Católica por si fuese poco. Como era de esperar, el préstamo al gobierno liberal para poder combatir a los carlistas les fue concedido por la Banca Rothschild: más tarde, los Rothschild se reembolsarían el préstamo, saliendo muy beneficiados por sus tratos con María Cristina.

Uno de los hombres de los Rothschild en España fue el Conde de Toreno. Don José María Queipo de Llano y Ruiz de Sarabia -el Conde de Toreno del que hablamos- había tenido que exiliarse primero a Londres y después a París, durante los rigores absolutistas del reinado de Fernando VII. Según Coston, el Conde de Toreno conoció a James Rothschild durante el exilio del liberal español en París. El Conde de Toreno había sido un liberal exaltado, anticlerical y -no es de extrañar- francmasón, aunque parece que en París adoptó un liberalismo más moderantista. Cuando regresó a España, María Cristina lo vino a nombrar Ministro de Finanzas en junio de 1834. Desde este puesto relevante del sistema liberal, Toreno se convirtió en el hombre clave de Nathan Rothschild en España. Y no sería casualidad que fuera Toreno quien incorporó a su gabinete a quien con el tiempo vendría a ser el artífice de la desamortización más famosa de todas nuestras desamortizaciones, el turbio y sórdido criptojudío Álvarez Mendizábal que, a su vez, había sido y era un estrecho y antiguo colaborador de la Casa Rothschild.

La Primera Guerra Carlista seguía su curso, y Coston nos lo dice con claridad: "Nathan, que temblaba por sus minas de mercurio, tan lucrativas, sabía perfectamente que si el íntegro Carlos [María Isidro de Borbón, el pretendiente carlista] llegaba al poder, se habían acabado sus concesiones". Una de las operaciones financieras llevadas a cabo entre James y Nathan Rothschild hundió en la miseria a muchas familias españoles que se arruinaron en la Bolsa. Cuando Mendizábal se hizo cargo del gobierno, según Coston, fue el mismo Duque de Wellington quien llegó a decir que Mendizábal en Madrid no era más que "un puesto avanzado de los Rothschild".

Lo que Coston también nos confirma es que sin la intervención de los Rothschild otro gallo hubiera cantado para los carlistas de la Guerra de los Siete Años, pues fueron los miembros de esta familia de usureros y traficantes los que "Urdieron toda clase de intrigas e hicieron los imposibles porque fracasaran los esfuerzos del banquero Ouvrard en favor de Don Carlos".

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