domingo, 18 de diciembre de 2016

SIGLO XIX: LOS ROTHSCHILD ATERRIZAN EN ESPAÑA

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Henry Coston
LA FUNESTA DOMINACIÓN ECONÓMICA DE NUESTRA PATRIA

Manuel Fernández Espinosa


Henry Coston, de familia auvernesa, nació en París el 20 de diciembre de 1910. A los 16 años era secretario de la organización de Charles Maurras, Acción Francesa, en Villeneuve-sur-Lot. Desde 1927 se convirtió en asiduo colaborador de la prensa patriota francesa, firmando artículos en "Express du Midi", "Paysan du Sud-Ouest", "Petit Oranais", "Le Porc-Epic", "Le Siècle Nouveau". En 1930 Coston refundó "La Libre Parole", el famoso periódico de Eduardo Drumont. Henry Coston no se conformó con sus trabajos periodísticos, sino que empezó a escribir y publicar libros como "Les Mystères de la Franc-Maçonnerie", que desde entonces lo acreditarían como un experto masonólogo. Con esta trayectoria, en 1940, tomó partido por Pétain y la Francia de Vichy, siendo depurado tras la victoria de los Aliados. Como otros muchos franceses de Vichy, Coston fue confinado en el presidio de la Isla de Ré. Tras cumplir su condena, reanudó su labor investigadora, pese a haber sido víctima de la destrucción de sus archivos. En 1952 empezó a escribir para "Echo de la Presse", fundando con su esposa la "Librairie Française". Archivó, documentó y escribió toneladas de papel, publicando más de treinta libros sobre los oscuros grupos de poder financiero que dominan al otro lado de las bambalinas este mundo en que vivimos. Henry Coston falleció el 26 de julio de 2001, a la edad de 90 años. La mayor parte de su ingente producción literaria se encuentra en lengua francesa y, lo que es de lamentar, apenas está traducido al castellano.
Uno de los pocos libros de Coston traducidos al español es "La Europa de los banqueros" (Librería-Editorial Argos, Barcelona, 1963). Muy difícil de conseguir, "Le Europa de los banqueros" será el libro en que Coston nos revele -en sus capítulos finales- algo sobre la intromisión de los Rothschild en la historia de la economía española.

Efectivamente, las indagaciones de Coston ponen de relieve que, sin los tentáculos del liberalismo político español del XIX, la familia Rothschild no hubiera podido inmiscuirse en España para convertirla en presa de su especulación financiera. Los Rothschild aprovecharon la Primera Guerra Carlista para hacerse con el monopolio de las minas de mercurio. En aquel entonces, Europa no tenía más yacimientos de mercurio que dos: uno en Indria (Austria) y el otro en Almadén (España). Quien controlara ambos yacimientos, controlaría el mercado de mercurio. La Regente María Cristina necesitaba dinero para aplastar a los carlistas. Los Rothschild salían ganando, prestando con usura el dinero que les faltaba a los liberales para combatir al carlismo y a la vez apropiándose con la mina española de mercurio: "El que estuviera en posesión de estas dos minas, dominaría el mercado en forma de monopolio y podría fijar el precio de este metal" -dice Coston.

Nathan Rothschild, el Rothschild con sede en Londres, envió a su hijo Lionel Rothschild a Madrid para llevar a efecto el objetivo financiero: hacerse con el yacimiento de Almadén, pues la mina de Austria ya la habían comprado al estado austriaco. El 27 de noviembre de 1834 el gobierno liberal, con la anuencia de la Reina Gobernadora María Cristina, adjudicó al mejor postor la mina de Almadén para que el beneficiario la explotara por un lustro. Los postores habían enviado sus ofertas en pliego sellado al Ministerio liberal de Finanzas, pero sin que se sepa con qué malas artes Rothschild ganó la partida a la Banca Zelueta. Poniendo tan sólo cinco reales más de los que habían ofrecido los Zelueta en la puja por Almadén. Así, el 21 de febrero de 1835 Lionel Rothschild y el Conde de Toreno firmaban el contrato que otorgaba a los Rothschild el monopolio de mercurio. Por si fuera poco, Lionel Rothschild, de probado linaje judaico, se dio el gustazo de recibir la Orden de Isabel la Católica por si fuese poco. Como era de esperar, el préstamo al gobierno liberal para poder combatir a los carlistas les fue concedido por la Banca Rothschild: más tarde, los Rothschild se reembolsarían el préstamo, saliendo muy beneficiados por sus tratos con María Cristina.

Uno de los hombres de los Rothschild en España fue el Conde de Toreno. Don José María Queipo de Llano y Ruiz de Sarabia -el Conde de Toreno del que hablamos- había tenido que exiliarse primero a Londres y después a París, durante los rigores absolutistas del reinado de Fernando VII. Según Coston, el Conde de Toreno conoció a James Rothschild durante el exilio del liberal español en París. El Conde de Toreno había sido un liberal exaltado, anticlerical y -no es de extrañar- francmasón, aunque parece que en París adoptó un liberalismo más moderantista. Cuando regresó a España, María Cristina lo vino a nombrar Ministro de Finanzas en junio de 1834. Desde este puesto relevante del sistema liberal, Toreno se convirtió en el hombre clave de Nathan Rothschild en España. Y no sería casualidad que fuera Toreno quien incorporó a su gabinete a quien con el tiempo vendría a ser el artífice de la desamortización más famosa de todas nuestras desamortizaciones, el turbio y sórdido criptojudío Álvarez Mendizábal que, a su vez, había sido y era un estrecho y antiguo colaborador de la Casa Rothschild.

La Primera Guerra Carlista seguía su curso, y Coston nos lo dice con claridad: "Nathan, que temblaba por sus minas de mercurio, tan lucrativas, sabía perfectamente que si el íntegro Carlos [María Isidro de Borbón, el pretendiente carlista] llegaba al poder, se habían acabado sus concesiones". Una de las operaciones financieras llevadas a cabo entre James y Nathan Rothschild hundió en la miseria a muchas familias españoles que se arruinaron en la Bolsa. Cuando Mendizábal se hizo cargo del gobierno, según Coston, fue el mismo Duque de Wellington quien llegó a decir que Mendizábal en Madrid no era más que "un puesto avanzado de los Rothschild".

Lo que Coston también nos confirma es que sin la intervención de los Rothschild otro gallo hubiera cantado para los carlistas de la Guerra de los Siete Años, pues fueron los miembros de esta familia de usureros y traficantes los que "Urdieron toda clase de intrigas e hicieron los imposibles porque fracasaran los esfuerzos del banquero Ouvrard en favor de Don Carlos".

jueves, 15 de diciembre de 2016

ERNST JÜNGER Y EL CONCEPTO DINÁMICO DE TRADICIÓN






ERNST JÜNGER: LA TRADICIÓN ELEMENTAL DE LO ORIGINARIO


Manuel Fernández Espinosa




La sociedad alemana de entreguerras presenta como pocas sociedades los síntomas de una profunda crisis en todos los órdenes. No es simplemente la inflación, la mecanización de la industria, la crisis económica lo que tenía a los alemanes exasperados, buscando soluciones drásticas. Una lectura económica, tan del gusto del liberal como del marxista (ambos anverso y revés del mismo espíritu burgués) no podrá explicar satisfactoriamente la época. Son otras las dimensiones y muchos otros los vectores que habría que considerar para explicarse aquella sociedad convulsionada; teniendo en cuenta que, como sabemos, el vector es una magnitud que, conteniendo la cuantía, nos exige considerar el punto de aplicación, la dirección y el sentido. Y uno de los vectores más significativos será la intelectualidad que ha regresado del frente, tras la derrota bélica. Y uno de los intelectos que, por fidelidad a los camaradas caídos en el frente, se aplicará a imprimir una dirección y darle un sentido a buena parte de sus lectores será el del escritor Ernst Jünger (1895-1998). Éste lo hace desde una posición conquistada: es un héroe de guerra, herido en combate y condecorado con las más altas distinciones del ejército alemán, su heroísmo le precede y le inviste de una autoridad como no podrán presentar otros.
 
Sus obras literarias más importantes, como introspección de la experiencia de la guerra, las escribirá del año 1918 a 1923: "Tempestades de acero", "La guerra como experiencia interior", "El bosquecillo 125", "Fuego y sangre". Pero no serán pocos los artículos que irá publicando en las revistas que abundan entre los llamados Cuerpos Francos: "Die Standarte", suplemento en un principio de "Der Stahlhelm", será una, pero no la única. El cierre de estas revistas por la censura de la República de Weimar no impedirá que surjan otras: "Arminius", "Der Vormarsch", "Widerstand", etcétera. Puede considerarse como un abigarrado entramado de medios de prensa que responde a los múltiples grupos de soldados que se han quedado sin guerra y no pueden adaptarse a la "paz" y, menos todavía, a una vergonzosa paz que humilla todos los sacrificios consumados en el frente. Se está fraguando así el llamado "nacionalismo de los soldados".
 
Jünger se referirá constantemente a esos años, en los que los viejos camaradas que habían estado en el frente se reunían en las tabernas o en las mansardas para discutir, mientras bebían, la deriva de los acontecimientos y qué hacer. Por ese tiempo hubo en Alemania no pocos visionarios, como el Lorenz de la novela jüngeriana "Abejas de cristal": "Por entonces -escribe Jünger- todos teníamos una idea fija; era una característica peculiar que siguió a aquella guerra. La suya [la de Lorenz] consistía en que las máquinas eran el origen de todos los males. Quería volar las fábricas, redistribuir la tierra y convertir el país en un imperio rural. Así todos vivirían sanos, felices y en paz. Para sustentar esta opinión había adquirido una pequeña biblioteca, dos o tres hileras de libros, gastados a fuerza de leerlos, sobre todo de Tolstoi (que era su ídolo) y también de anarquistas primitivos como Saint-Simon. [...] El pobre no sabía que hoy no existe más que una única reforma agraria: la expropiación".
 
Este Lorenz puede ser el personaje ficticio de una novela, pero como señala Rüdiger Safranski: "Casi todas las ciudades contaban con uno o más "salvadores". En Karlsruhe, alguien que se hacía llamar Torbellino Originario prometía a sus adictos la participación en las energías cósmicas; en Stuttgart actuaba un Hijo del Hombre que invitaba a una redentora cena vegetariana; en Düsseldorf un nuevo Cristo predicaba el inminente final del mundo e invitaba a retirarse en la meseta montañosa Eifel. En Berlín el Monarca Espiritural Ludwig Haeusser llenaba grandes salas, donde exigía "la más consecuente ética de Jesús" en el sentido del comunismo originario, propagaba la anarquía del amor, y se ofrecía a sí mismo como "caudilllo para la única posibilidad de evolución superior del pueblo, del Imperio y de la humanidad". Los numerosos profetas y sujetos carismáticos de aquellos años tienen casi todos una actitud milenarista y apocalíptica...". Tal vez el caso más famoso fue el que protagonizó en el verano de 1920 un tornero de Alsacia por nombre Friedrich Muck-Lamberty que recorrerá los caminos sumando gente de todas las edades, sobre todo jóvenes, que se agrupan para escucharlo y que formarían el fenómeno llamado "Neue Schar" (la Nueva Grey). Visionarios como estos que fueron personajes históricos hoy olvidados asoman en la literatura alemana de la época. Alemania era escenario de esta especie de histeria colectiva tras la Gran Guerra: al traumatismo causado por las incontables pérdidas humanas, se sumaba la humillación y la incertidumbre por el futuro, por si fuese poco; y todo ello hirviendo en un recipiente modelado por el romanticismo que informa la cultura alemana desde el siglo XIX (su filosofía, su literatura, su música, su teología...)
 
Thomas Mann, retrospectivamente, escribiría: "Pero el intelecto del hombre civilizado, sea ese intelecto burgués o simplemente civilizado, no puede sustraerse a una sensación de malestar. Puesta en contacto con el espíritu de la filosofía vital, con el irracionalismo, la teología corre peligro de convertirse en demonología" ("Doktor Faustus"). En efecto, las corrientes vitalistas que afloraron en la Alemania de entreguerras, casi todas con un alto ingrediente nietzscheano, derivaron no pocas veces a sectas que combinaban más o menos extraños elementos del ocultismo y la magia. Sin embargo, en Thomas Mann habla el burgués que siente descomponerse todas las seguridades de su mundo. No obstante, el genio literario de Mann supo captar lo que estaba sucediendo en Alemania; aunque tampoco era difícil captarlo, pues Jünger y otros lo proclamaban. Mann lo resumió en la misma novela "Doktor Faustus":
 
"Necesitamos un sistematizador, un maestro de la objetividad y de la organización, lo bastante genial para combinar el renacentismo, y aun el arcaísmo, con la revolución" -le dice el protagonista al personaje que hace de su biógrafo en esta novela monumental.
 
Y bien, ese sistematizador, ese maestro de la objetividad y de la organización, el genio que combinaría perfectamente el arcaísmo con la revolución, sostengo yo, no era otro que Ernst Jünger. No digo que Thomas Mann pensara en Jünger cuando escribió estos renglones, pero si había en Alemania alguien capaz de lograr esa "síntesis" de "arcaísmo" y "revolución", la que reclamaba el Adrian Leverkühn del "Doktor Faustus", ese fue Ernst Jünger. Es lo que más tarde llamará "Revolución Conservadora" el que fuera secretario del mismo Jünger, Armin Mohler.
 
En Jünger el romanticismo había sido superado tras pasar por las tempestades de acero. En los años de entreguerras, como señala Alain de Benoist, Jünger "hace varios llamamientos para la formación de un frente unido de grupos y movimientos nacionales. Al mismo tiempo, trata -sin mucho éxito- de señalarles el camino de una necesaria autotransformación. También el nacionalismo precisa ser "trasmutado" alquímicamente. Debe desembarazarse de toda vinculación sentimental con la vieja derecha y convertirse en revolucionario, dando fe del declive del mundo burgués".
 
El estilo que define a Jünger será el "realismo heroico", una objetividad fría que mira los sucesos con otros ojos, "más allá del bien y del mal"; el mismo Jünger escribirá: "Nosotros dejamos la postura de que hay un tipo de revolución que al mismo tiempo apoya el orden, para todos los Biedermänner [filisteos de la cultura]. Pues, ¿qué tiene que ver lo elemental con lo moral?".
 
Uno de los correligionarios de Jünger, durante estos años, Ernst von Salomon dirá (en una entrevista concedida a Jean-José Marchand) que fue Ernst Jünger quien le propuso a él y a otros "escribir una nueva enciclopedia". Jünger le decía a Salomon: "lo que quiero ahora, es la revolución espiritual. ¿Dónde comenzar? Los franceses nos lo enseñaron: escribir una nueva enciclopedia, revisar todos los conceptos". El resultado, según Salomon, fue eficaz: "Lo hicimos. Y los jóvenes escritores salieron de la derecha, lo que sorprendió entonces a todo el mundo." (La entrevista a Ernst von Salomon que referimos se ha visto por vez primera estampada en castellano en el número 24 de NIHIL OBSTAT).
 
Jünger y los suyos se distanciaban del "museísmo" (con ese vocablo se referían a la propensión -burguesa- de conservar los cachivaches del pasado burgués); la tradición que merece ser perpetuada no puede estar por más tiempo en la ficticia seguridad de un orden burgués, liberal, parlamentario: eso podía ser con anterioridad a la Gran Guerra del 14, pero tras vivir la experiencia bélica los valores burgueses de la seguridad y la prosperidad se han hecho añicos; y esto no solo es válido para los moldes políticos, también los moldes artísticos y religiosos están quebrados. Jünger escribiría en "Radiaciones": "Las pretensiones conservadoras, ya sea en el arte o en la política o en la religión, extienden cheques contra activos que ya no existen".
 
Dado que el mundo burgués del XIX, modelado por las ideas ilustradas del siglo XVIII, se ha desmoronado hay que aventurarse a crear, según sostiene Jünger, Tradición. O mejor que "crear" dijéramos que "reencontrarla". Bajo el barniz y los postizos de la civilización burguesa hay que excavar hasta dar con lo elemental y lo originario: "...a lo elemental, a una capa de la vida más profunda y más cercana al caos, que todavía no es ley, pero que esconde en sí nuevas leyes [...] una nueva relación para con lo elemental, el suelo materno". Y muchos años después, seguiría diciendo, en "Visita a Godenholm": "Una de las ideas de Schwarzenberg era que había que sumergirse otra vez desde la superficie hasta los "abismos ancestrales" si se deseaba establecer una auténtica soberanía".
 
Volverse a lo originario y elemental es un imperativo para poder legitimar un orden de distinto cuño que suprima el falso orden liberal bajo el que hemos estado sujetos. Lo elemental "todavía no es ley", pero "esconde en sí nuevas leyes". Esta es la gran aportación de Jünger que, rechazando los falsos ídolos del liberalismo, el parlamentarismo y el marxismo, nos indica el camino a lo originario como solución para un mundo en crisis.
 
Y si es válido para el mundo de la Alemania en crisis de entreguerras, cualquier época en crisis puede escuchar la voz de Jünger, reclamando que para salir de un atolladero como el actual no hay más remedio que volverse a la Tradición que es lo originario, que podemos aguardar que vuelva de nuevo por sus fueros: como el implacable manotazo de una ola colosal que hunde un barco, con la fuerza de una tempestad de acero, como la terrible erupción de un volcán. Los elementos no conocen el diálogo con la humanidad, ni siquiera con esa secta de la humanidad que forman todos aquellos parlanchines que exigen derechos y que se han conjurado contra la naturaleza de las cosas, contra el orden natural, queriéndole dictarle sus "leyes" a la Naturaleza.
 
 
TRADICIÓN EN ERNST JÜNGER: MOMENTO CONSTITUTIVO, CUSTODIANTE Y DEFENSIVO



En la lengua alemana hay dos términos para nuestra palabra "tradición": "Überlieferung" y "Tradition". Por lo común, los términos se emplean indistintamente, a excepción de algunos casos como el que constituye el uso filosófico que le dio Martin Heidegger. Cuando Heidegger se refiere a la "tradición" con el vocablo "Tradition" lo hace identificando esa "tradición" con una particular tradición filosófica occidental, la que -según Heidegger- ha olvidado la pregunta por el ser: "La tradición (Tradition) llega a hacer olvidar totalmente tal origen" -dirá Heidegger en "Sein und Zeit". Sin embargo, "Überlieferung" (tradición/transmitir/entregar) lo emplea para expresar algo más dinámico y decisivo: "Si todo "bien" es hereditario y el carácter de los bienes radica en el hacer posible la existencia propia, entonces se constituye en el "estado de resuelto", en cada caso, la tradición de una herencia".
 
 Aunque no es momento de internarse en la filosofía heideggeriana, sería oportuno indicar que lo que Heidegger llama "estado de resuelto" es el más peculiar modo de ser de la existencia auténtica frente a la existencia inauténtica y gregaria. Heidegger rechaza la "Tradition" consistente en ese corpus acumulado a lo largo de la filosofía occidental, pues esa "Tradition" acarrea consigo "que con todo su historiográfico interés y todo su celo por una exégesis filológicamente "positiva", el "ser ahí" ya no comprende las condiciones más elementales y únicas que hacen posible un regreso fecundo al pasado en el sentido de una creadora apropiación de él".
 
Esa "Tradition", para Heidegger, obtura el acceso al origen, pero la "Überlieferung" nos permite el retorno al origen "reapropiándonos" de él.
 
 Sin llegar a establecer tan sutiles distingos como los que marca la filosofía heideggeriana, podemos decir que Ernst Jünger llega a conclusiones similares. La tradición (Tradition/Überlieferung: nosotros no vamos a diferenciar entre ambos vocablos germanos) no puede ser un afán museístico, sino que tiene que ser algo dinámico -tal y como lo habían entendido nuestros pensadores tradicionalistas (Vázquez de Mella, v. gr.) Para hacernos cargo del dinamismo de la auténtica tradición (y no de la tradición entendida como "museísmo" o veneración de fósiles) el mismo Jünger nos ofrece un pasaje digno de reflexionar:

"La historia es la tradición que un poder victorioso se otorga a sí mismo. Así es como las familias romanas retrotraían su origen hasta los semidioses y así es como habrá de escribirse una historia nueva a partir de la figura del trabajador".

("El Trabajador. Dominio y figura".)

La tradición es algo dinámico, el sujeto de la tradición no permanece pasivo como un recipiente que acoge lo que le dan las generaciones anteriores, sino que ejerce una labor activa en cuanto que, al valorar lo recibido, rechazará algunos elementos heredados y acogerá otros. No es, por lo tanto, un mero recibir, sino más bien un reelaborar lo recibido y otorgárselo a la misma comunidad como fuente de legitimación.

Esto que puede parecer algo complicado de comprender es lo que hemos visto a lo largo de toda la historia, Jünger pone el ejemplo de los romanos que remontaban sus ancestros a los semidioses: el mito es así una fuente de legitimación. En la España de nuestros días basta pensar en lo que se ha hecho con el mito de las Tres Culturas, se ha reinventado todo un pasado mítico de convivencia idílica entre judíos, musulmanes y cristianos y, a partir de esa reinvención, inspirada en Ámérico Castro y otros, se ha desfigurado no sólo el pasado histórico de España, sino su presente y su futuro. Es obvio que a los poderes fácticos poco importa la verdad de sus teorías, ni siquiera la solvencia intelectual de los artífices de esas teorías que se reapropian para configurar nuestro pasado, nuestro presente y nuestro porvenir. Américo Castro era filólogo y no puede llamársele historiador, pero eso poco importa: lo que les importaba a las elites que divulgan la teoría de Américo Castro hasta haberla hecho hegemónica no era el amor por la verdad, sino la construcción de todo un discurso que disolviera la identidad histórica de los verdaderos españoles en aras de la multiculturalidad, ahogando la identidad hispánica; y hasta tal punto que los hay hoy -tras muchas décadas de machacar con este absurdo del triculturalismo- que, descendientes de cristianos viejos, todavía se piensan descender de moriscos o judíos.

Volviendo a Jünger, digamos que éste se ocupó de reflexionar sobre nuestro tema en un texto que tituló "La Tradición", publicado originalmente en la revista Die Standarte (El Estandarte), revista de los Stahlhelm (Cascos de acero), en 1925. En dicho ensayo breve, el Mago de Wilflingen nos dice: "La persona singular no se halla, sin embargo, ligada a una superior comunidad únicamente en el espacio, sino, de una forma más significativa aunque invisible, también en el tiempo. La sangre de los padres late fundida con la suya, él vive dentro de reinos y vínculos que ellos han creado, custodiado y defendido. Crear, custodiar y defender: esta es la obra que él recoge de las manos de aquéllos en las propias, y que debe transmitir con dignidad. El hombre del presente representa el ardiente punto de apoyo interpuesto entre el hombre pasado y el hombre futuro."

Las tres acciones que se relacionan con la Tradición son "crear", "custodiar" y "defender". La Tradición tiene, por lo tanto, un momento "creador" (preferimos llamarlo "momento constituyente") y, para que se prolongue en el tiempo, se requiere una permanente "labor custodiante" y, llegado el caso, una decidida "disposición defensiva". Lo que he llamado, glosando el pasaje de Jünger, "labor custodiante" podría confundirse con lo que he denominado "disposición defensiva": custodiar es, en un sentido amplio, defender; pero considero muy conveniente que estos dos verbos no los entendamos aquí como equivalentes, pues en lo que atañe a la "labor custodiante" habría que pensar en todo lo que comporta de actitud vigilante la conservación de una tradición. Ésta ha de ser vigilada, custodiada, para evitar que se relajen sus portadores y se desvirtúe y corrompa la misma tradición, mientras que en la "disposición defensiva" hablaríamos más bien de toda acción, intelectual o armada, conducente a preservar la tradición de cuantos enemigos pugnen por hostigarla o destruirla. Hay que ejercer, por lo tanto, la "custodia", salvaguardando que los mismos que participan de la tradición la puedan desviar por caprichos o incurias, pero también hay que estar dispuesto a defender la tradición contra cuantos -propios o extraños- quieran destruirla.

La custodia de la tradición no es impedir a todo trance cambios en lo accidental, para ello Jünger nos propone el ejemplo de un edificio que puede cambiar con el tiempo. Esta metáfora arquitectónica la traslada más tarde a la organización política, no olvidemos que es el año 1925 cuando Jünger escribe este ensayo que comentamos:

"Ayer teníamos un imperio, hoy tenemos una república… mañana tendremos acaso de nuevo un imperio, y pasado mañana una dictadura. Cada una de estas figuras guarda, como invisible heredad, más o menos oculta en la profundidad de su lenguaje de formas, el contenido de aquello que es pasado; cada una de ellas tiene en cambio el deber de ser en todo y por todo ella misma, porque sólo así será alcanzada la plena valoración de la fuerza."

Lo que hay que custodiar de la tradición es el modo de ser propio, una ética y una estética, una moral y un estilo propios que se han perpetuado a lo largo de siglos hasta tal punto que (válgannos estos ejemplos) podemos reconocer como hispánica la defensa de Numancia lo mismo que la de Baler, o la del Alcázar de Toledo. Es por ello por lo que Jünger demanda a sus compatriotas que prescidan -si es menester- de lo exterior, pues "la ostentación de formas externas de la tradición, propia de la actual juventud, [es] lo que constituye la señal de una falta de fuerza interior."

Y reclama imperativamente: "No vivamos en un museo, sino en un mundo activo y hostil. No es tradición reavivada aquélla que el viejo soltero ostenta pintada sobre la propia cajetilla de cigarros, o aquélla exhibida en el adorno blanco y negro estampado sobre cada cenicero y sobre los tirantes. Esta no es sino propaganda en el sentido deteriorado, como, igualmente, formas de propaganda de pésimo gusto son en gran medida nuestros desfiles, las celebraciones conmemorativas y las jornadas de honorificación: empalagoso kitsch, bueno sólo para conquistar a algún simpatizante."

Pues, en lo interior es donde tiene que mantenerse la tradición, a salvo de la violación del enemigo, pues la tradición no es algo antiguo, que nos gusta más o nos gusta menos, sino que es cuestión de vida o muerte, por eso exhorta a los alemanes a ser "todo aquello que sois":

"Sed en todo y para todo aquello que sois; entonces vuestro futuro y vuestro pasado vivirán en el punto de apoyo ardiente del presente y en la más auténtica alegría de la acción. Tendréis entonces la verdadera tradición viviente y no sólo su centelleante reflejo, el cual podría proyectarse en cualquier sala de cine ciudadana."

A título de recapitulación podemos terminar concluyendo:

-A diferencia de la lengua alemana, en castellano no disponemos de dos vocablos para la palabra "tradición". Podríamos hablar de "transmisión" o, ya lo veremos en su momento, de "entrega". No tenemos que compartir la diferencia que marca Heidegger entre "Tradition" y "Überlieferung", pues lo que Heidegger identifica como la "Tradition" (la metafísica occidental y el olvido del ser que ésta entraña) son cuestiones particulares de la filosofía y, en concreto, de la filosofía de Heidegger, pero sí que podríamos advertir que no son pocos los que confunde la "tradición" con actitudes meramente pasivas, en el mejor de los casos de veneración por la antigüedad, mientras que conviene tener muy claro que la tradición es algo muy distinto: es activa. Aquí vendría bien recordar la parábola de los talentos, cuando Jesucristo nos presenta al que guardó y no arriesgó como el peor de todos aquellos que recibieron algo; pues el sentido exacto de la tradición sería ese mismo, no conformarse con enterrar lo que se nos ha entregado, sino hacerlo correr, hacerlo vida.
 
 -La tradición reapropiada (expeliendo de ella cuanto estorbe en el presente para conquistar el futuro) es, como dice Jünger, la fuente de una legitimidad del poder y acomoda la historia a sus conveniencias, suprimiendo de ella todo cuanto atenta al ser de la comunidad que vive la tradición y la transmite.
 
 -La tradición es acción: ha sido constituída, instituida en el pasado (la podemos instituir nosotros para el futuro), pero hay que custodiarla para impedir que, bajando la guardia, se malogren las conquistas de todo tipo que ha permitido esa tradición. La tradición hay que defenderla de sus enemigos: de todos cuantos, formando parte de la comunidad, la denigran, adulteran o pugnan por tacharla: con su "traición" ponen en peligro a la comunidad que es la que es gracias a esa tradición. También hay que defenderla contra los ajenos que nos quieren imponer sus propias "tradiciones" extrañas: nocivas y mortíferas para la comunidad.
 
 -Es en el interior donde hay que conservar celosamente la tradición, la exhibición externa de la misma no es mala, siempre y cuando no se confunda con una actitud superficial que vacía el sentido auténtico de lo que se es.

jueves, 8 de septiembre de 2016

UN ICONO QUE SE DISPUTA



 DANDO LA CARA A LA MUERTE

 Manuel Fernández Espinosa

Recientemente se ha destapado lo que supuestamente pudo ser un equívoco. El 18 de agosto de 1936, un sacerdote era asesinado por milicianos republicanos. El nombre del mártir era Martín Martínez Pascual y la fotografía que se ha popularizado de él es la de arriba.

La fotografía la realizó un alemán enrolado en las Brigadas Internacionales, Hans Guttman (Colonia, 28 de septiembre de 1911-Ciudad de México, 6 de noviembre de 1982). Según afirman algunas fuentes, una vez fallecido el fotógrafo en México, se procedió a ordenar su archivo y parece que, a la luz de lo que se halló, el joven sonriente de la fotografía que los católicos venimos dando por Martín Martínez Pascual no es el sacerdote martirizado, sino que -así lo afirman algunos- se trataría de un miliciano comunista alemán de la Centuria Thaelmann. Para ello, además de alegar el descubrimiento realizado en los documentos de Hans Guttman, se aporta la fotografía en la que se ve al mismo joven con mono de miliciano.


Lo del mono no tiene, como podría parecer a primera vista, nada de irrefutable. Los curas de aquel entonces no iban -en zona republicana- con sotana por la calle, por la cuenta que les traía. El caso es que, incluso admitiendo las pruebas que quieran aportarse, lo de menos es verificar si el valiente joven de la fotografía era un comunista que iban a fusilar o era el sacerdote Martín Martínez Pascual. Que al sacerdote lo fusilaron bien se sabe: los detalles de su martirio constan, por ejemplo, en "Historia de la persecución religiosa en España (1936-1939)" de Antonio Montero Moreno. La fotografía de Hans Gutmann parece que fue tomada en Siétamo o sus alrededores y Santiago Mata, historiador, pensó que el fotografiado no era Martínez Pascual, sino que era el también sacerdote martirizado Julio Bescós Torres, ecónomo de Antillón (Huesca)

Por otra parte, parece que existen otros retratos de Martín Martínez Pascual, como el que aquí abajo pongo para su comparación. Claro está que en la famosa fotografía de Guttman el joven aparece con barba y algo desaliñado, en contraste con la fotografía en la que está con sotana, pero hay que tener en cuenta que Martín Martínez Pascual -nos dice Montero Moreno: "...había logrado ocultarse en una cueva de las cercanías, y ciertamente no hubiera sido descubierto de no presentarse él espontáneamente a los que iban a ser sus verdugos. Lo que le movió no fué precisamente el bando municipal [que el comité del Frente Popular había hecho circular para que se entregaran], sino la preocupación porque sus hermanos sacerdotes carecieran en las últimas horas del Santísimo Sacramento, que él tenía habitualmente consigo por haber salvado a tiempo en el convento de las clarisas un copón con hostias consagradas." Martín Martínez Pascual fue fusilado a un kilómetro de Valdealgorfa, en el "Mas de Marcos", dando vivas a Cristo Rey. Lo interesante sería cotejar los rasgos fisiognómicos de uno y otro: con barbas y con el pelo revuelto, el joven que espera la muerte puede ser perfectamente el joven sacerdote sonriente con sotana de la otra fotografía. Pero, claro, eso es una apreciación mía particular que expertos con mejores recursos pueden verificar o refutar.


Podría ser cierto que se tratara de un error del fotógrafo. Pero lo que es incontestable es la serenidad y el valor con el que el fotografiado se enfrenta a la muerte: y da igual si éste es un miliciano alemán, Julio Bescós o Martín Martínez Pascual, la fotografía ha captado el instante en que una persona, en la flor de la vida, aguarda que se la sieguen y su entereza nos edifica.




viernes, 12 de agosto de 2016

LA RECEPCIÓN DE ALEISTER CROWLEY EN ESPAÑA




Aleister Crowley y Fernando Pessoa, jugando al ajedrez, en Lisboa, año 1930

APROXIMACIÓN Y CONSIDERACIONES

Manuel Fernández Espinosa

A principios de julio del corriente año algunos medios se hacían eco de la noticia: la "biblia" del "hombre más malvado del mundo" se publicaba por vez primera en español. Estos medios son incorregibles, por captar la atención de un público cada vez más indiferente tienen que poner titulares sensacionalistas. El diario EL PAÍS titulaba "La obra prohibida por anticlerical y sexual que se publica ahora en España". El libro que anunciaban con acentos tan "apocalípticos" no era otro que "El libro de la Ley" y su autor el satanista Aleister Crowley. Pero, ¿es cierto todo esto? ¿ha tenido Aleister Crowley que esperar al siglo XXI para ser recibido en España? Vamos a hacer un poco de historia.

Para ello vamos a huir a conciencia de toda calificación o descalificación: atengámonos a lo que sabemos de este personaje no menos influyente en la cultura occidental por poco conocido.

Corría el mes de julio de 1908 cuando, en compañía de su discípulo y pareja homosexual, Victor Neuburg, Aleister Crowley recorría España. El viaje a España, siguiendo la tradición romántica del XIX, era una constante para muchos europeos cultos y no pocos de los que venían a visitarnos lo hacían por algo más que por turismo. Lo que les atraía de España era la idea romántica de un país todavía atrasado, medio europeo, medio africano, en el que todavía creían poder encontrar secretos mágicos. España seguía siendo a principios del siglo XX un destino muy atractivo para muchos ocultistas. Rilke vino a España, siguiendo los dictados de sesiones espiritistas y poco se sabe, pero es hora de apuntarlo que también hizo su visita a España el ocultista alemán Dietrich Eckart, mentor de Adolf Hitler: éste visitó Barcelona, Jaén y Granada: pero el viaje de Eckart es tema que vamos a dejar aquí aparcado, la información de que dispongo la dejaré reservada para otra ocasión más apropiada. El interés que tenían estos hombres por España, vuelvo a decir, venía de esa ilusión que se habían hecho por el país en que los moros astrólogos y los judíos cabalistas habían vivido y, según George Borrow, no había pocos que todavía vivían en el siglo XIX ocultos bajo el disfraz de cristianos.

Crowley había intentado venir a España con anterioridad, cuando una delegación carlista visitó Cambridge (donde Crowley estudiaba por ese entonces) para reclutar a británicos en las filas del carlismo. Aquello no parece que surtiera efecto y esperó la ocasión propicia para saltar en 1908 de Francia a España. Crowley recorrió nuestro país con Neuburg a pie, levantando en algunas partes la suspicacia de la Guardia Civil, a buen seguro que sodomizando a su amante y viendo monumentos y museos.

Más tarde, en 1930, Crowley volvería a la península ibérica, esta vez con el propósito de visitar al poeta portugués Fernando Pessoa que tenía una relación bastante ambigua con el ocultismo: Pessoa lo practicó, aunque en "El libro del desasosiego" leemos pasajes que podemos interpretar como la confesión de una decepción por todo ese mundo.

Crowley visitó la Península Ibérica (que sepamos) en dos ocasiones. Crowley aparecía ante la sociedad como un mago, pero no sólo era eso: también era poeta, escritor, deportista de élite, espía y un provocador profesional. Aunque recorriera España y visitara Lisboa, ¿podemos decir que se le hizo caso? Más bien poco: hasta donde se nos alcanza, fue Pessoa el que más caso le pudo hacer que incluso jugó al ajedrez con él. La intelectualidad española (el mundo literato) español no estaba ajeno al ocultismo: el romanticismo y el modernismo eran buenos caldos de cultivo, pero muy otros eran sus derroteros: el antro ocultista que más influencia ejerció en los medios cultos españoles fue la Sociedad Teosófica que encandiló a Juan Valera, a Valle-Inclán y a Fernando Villalón.

Será más avanzado el siglo XX cuando a Crowley se le preste atención entre los intelectuales españoles. Sin haber hecho una indagación exhaustiva, encuentro que el primero en declarar el nombre de Crowley en una de sus obras es Luis Antonio de Villena, para ser precisos: en su ensayo "La revolución cultural (desafío de una juventud)", en fecha tan temprana como 1975. Podemos conjeturar que mucho antes para otros intelectuales y artistas, pongo por caso a Salvador Dalí o a Juan-Eduardo Cirlot (que no eran profanos en esoterismo), Crowley no sería un desconocido, pero no parece que sintieran mucha atracción por el personaje ni por su obra. Luis Antonio de Villena sí que incluso transcribe algunos pasajes del "Libro de Oz" crowleyano al término del ensayo referido, alegando que: "El resurgir que el ocultismo tiene en la contracultura, no es un aceptar al adivinador de feria. En el ocultismo se quiere ver a las tradiciones marginales de Occidente...". Otros intelectuales, es el caso de Sánchez Dragó, de Fernando Savater, de Jon Juaristi (con tantas lecturas) también sabrán de Crowley, pero no parece que se hayan empleado en darlo a conocer. Para reclamar a Crowley hay que esperar que se emprendiera la "revolución cultural" en España, esto es lo que se llamará la "movida", con las tendencias musicales (que no sólo son estéticas, sino que comportan un estilo de vida) como el pop, el rock, etcétera.

Aunque la traducción de "El libro de la Ley" de Crowley se haya producido en verano de 2016, traductores como Ángel Crespo (especialista, entre muchas otras cosas, en la obra de Pessoa), Frank G. Rubio o Francisco José Ruiz Casanova también han contribuido con anterioridad a dar a conocer a Crowley, siquiera algo de la obra poética. Y esto desde los años 90 a esta parte, por lo que el rimbombante titular de EL PAÍS nos parece del todo hiperbólico.

Para comprender las terroríficas y escandalosas extravagancias y maldades de Crowley tenemos que tener en cuenta lo que se denomina el Sendero de la Mano Izquierda. La opinión de Julius Evola sobre Crowley es bastante certera: "...como en los otros casos considerados [se refiere a María Naglowska], el ostentoso Satanismo de Crowley es explicado solo en términos de una antítesis al Cristianismo cuya doctrina condena los sentidos y la realización integral del hombre, aunque, en su caso, con una base iniciática y "mágica" más bien que naturística".

No podemos soslayar que en la mayoría de los ocultistas de finales del XIX y del XX, la figura de F. W. Nietzsche ejerce una poderosa influencia: tanto Crowley, como Eckart, Ludwig Klages o el mismo Evola... se han sumergido en la crítica anticristiana de Nietzsche.

La influencia de Crowley en España no podía venir de otra mano que la que trata de seguir erosionando al cristianismo por todos los medios, de ahí el titular de EL PAÍS: "La obra prohibida por anticlerical...", todo un reclamo para quienes alimentan ese anticristianismo.

Pero el problema, voy a decirlo con el corazón en la mano, no son ellos: los ocultistas, ni sus publicistas... No. El problema es que el cristianismo tiene que preguntarse qué es lo que ha hecho, qué está haciendo, para que las cosas estén así. 

A mi juicio el cristianismo contemporáneo (hablo del católico, que es el que me incumbe) ha cometido varios errores: se ha secularizado, aceptando acomodaticiamente el relativismo ecumenista y desdibujando los firmes contornos tradicionales de la monarquía-aristocrática (Soberano Pontífice y Colegio Cardenalicio) de la jerarquía sagrada (permítanme la redundancia enfática), alentando una igualdad que es imposible de sostener, vendiendo el más estúpido de los conformismos y falsos democratismos asamblearios como algo aceptable para un católico y, lo que a mi entender es lo peor de todo: ha reducido la teología a lo moral-moralina y, en su grado más grosero, la ha disuelto en "teología social" (la nefasta y sedicente teología de la "liberación"), obturando las vías a la teología mística. Y, mientras levantan la cabeza todos los ocultismos, el cristianismo oficial oculta la cabeza en la tierra, como se dice del avestruz. 

El problema, ya digo, no son los ocultistas, sino que alguien debiera calmar la sed espiritual del hombre y se cree que eso se hace con agua o coca-cola.

domingo, 10 de julio de 2016

EL PASO HONROSO DE SUERO DE QUIÑONES

SUERO DE QUIÑONES Y LA DEFENSA DEL PUENTE
Manuel Fernández Espinosa
El 10 de julio del año del Señor de 1434 un caballero leonés, por nombre Suero de Quiñones, armado, se puso a mantener el puente de Órbigo, entre Astorga y León, paso obligado del Camino Francés que llevaba y traía a los peregrinos europeos a Compostela.





Era Suero hijo segundo de Diego Fernández de Quiñones, Merino Mayor de Asturias, y Doña María de Toledo, servidor de Don Juan II, Rey de Castilla y León. Enamorado de una hermosa dama llamada Doña Leonor de Tovar, Suero de Quiñones no hallaba remedio a su mal de amores. Apurado en este trance, escribió una carta a Enrique de Villena "El Nigromante", haciéndosela llegar por Sancho de Jarava, en la que le pedía a Enrique de Villena, "salutífero consejo".
ENRIQUE DE VILLENA Y LOS DE CALATRAVA

Enrique de Villena había sido Gran Maestre de la Orden de Calatrava desde el año 1404 al 1407. Y consta su presencia en nuestra comarca calatraveña. Perdió muy pronto a su padre, Pedro de Aragón, en aquel estrago que para la nobleza castellana fue la batalla de Aljubarrota. "Fue pequeño de cuerpo e grueso, el rostro blanco e colorado, e, segunt lo que la esperiençia en él mostró, naturalmente fue inclinado a las çiençias e artes más que a la caballería e aun a los negoçios çeviles nin curiales" -nos cuenta de él Hernán Pérez de Guzmán, que también nos dice de él que: "él, contra voluntad de todos, se dispuso a aprender". Sin embargo, debido a su alcurnia y, según piensan algunos a ciertos propósitos del rey, Enrique III lo hizo Gran Maestre de la Orden de Calatrava. Una vez convertido en Gran Maestre, Enrique de Villena fijó la corte maestral de Calatrava en el castillo de Porcuna. Sin embargo, según sus contemporáneos, las pasmosas capacidades que Villena tenía para el estudio y las ciencias contrastaba con lo que era para la vida práctica: "ansí era este don Enrique ageno a remoto non solamente a la caballería más aún a los negocios del mundo e al rigimiento de su casa e fazienda era tanto inábile e inabto, que era grant maravilla". Esta ineptitud para los negocios mundanos puede ser que fuese el motivo por el cual algunos freyles y caballeros calatravos andaran disgustados y mal avenidos con Villena y, a la muerte de Enrique III, aprovechando que había desaparecido el protector de Villena, conspiraron para derrocarlo de su cargo en la Orden. En ello tuvo mucho que ver quien le vendría a suplantar como Gran Maestre en el año 1415, Luis González de Guzmán. Durante el mandato de Enrique de Villena, muchos caballeros calatravos le negaron la obediencia.
Cuando Suero de Quiñones consultó con Enrique de Villena sus cuitas de amor, Enrique ya había sido desbancado del Maestrazgo y se hallaba retirado en su villa de Iniesta, entregado a sus estudios, traduciendo y escribiendo sus obras, muchas de las cuales fueron quemadas tras su muerte, pues "este amor de las escrituras non se deteniendo en las çiençias notables e católicas, dexóse correr a algunas viles e rahezes artes de adevinar". Se creó toda una leyenda de Enrique de Villena, pintándolo como alquimista, astrólogo y mago. Ciertamente, su curiosidad le llevó a explorar las ciencias herméticas y su poliglotismo le permitió traducir a Dante y leer a los cabalistas. Dice Pérez de Guzmán que en vida esto le enajenó el respeto de sus contemporáneos: "E por esto fue habido en pequeña reputaçion de los reyes de su tiempo e en poca reverençia de los caballeros". Sin embargo, Juan de Mena lo inmortalizó en su "Laberinto de Fortuna" dedicándole estos versos:
Enrique de Villena
"Aquel que en el Castalo monte resuena,
Es Don Enrique Señor de Villena,
Honra de España, y del siglo presente.
O incluyo, Sabio, Autor muy sciente,
Otra, y aun otra vegada yo lloro,
Porque Castilla perdió tal tesoro,
No conocido delante la gente.
Perdió los tus libros, sin ser conocidos,
Y como en exequias te fueron ya luego,
Unos metidos al ávido fuego,
Y otros sin orden no bien repartidos."

Y el caballero Suero de Quiñones, como hemos dicho arriba, le consultó sobre la cuestión de sus amores contrariados. Enrique de Villena le respondió, contestándole en la su villa de Iniesta con una carta, en la que destaca la solución que le da: "¿Quieres amado ser? Ama". Y añadía el sabio: "Según natura, esta regla contiene verdad e, según evidencia, parece lo contrario. E los enxemplos recordados que d'esto parecen en el piélago de las estorias gran consolación en este caso ministran, representando la penosidad que cuida ser particular". Enrique, el Astrólogo, explicó a Suero que la mala disposición de los astros, amén de otros inconvenientes elementales, eran la causa de tanto desamor como sufría el esforzado caballero.

Por ende, recomendaba Enrique de Villena a Suero de Quiñones: "E, sobre todo esto, dirigir vuestros ruegos al soberano Dador que mantiene e hizo el natural orden e puede mudar aquél cuando le plaze, que restringa las adversantes constelaciones e será último e mayor refugio vuestro, que por justas en su acatamiento los que justas le piden cosas, sus infinita bondad e langueza consuela infaliblemente a los que recurren al divinal auxilio, a quien plega tenervos en su guarda e hazer que por nos seades amado que hasta agora desamado fuestes". Por lo que no tendría que ser tan brujo como algunos lo pintaron, cuando daba tales consejos de resignación cristiana.

LA DEFENSA DEL PUENTE

No sabemos si los consejos de Villena a Suero de Quiñones surtieron efecto y el caballero leonés los siguió, pero no parece que un caballero quedara satisfecho con resignarse, por lo que se determinó a publicar su amor a Leonor de Tovar llevando una argolla al cuello en señal de esclavitud. Era ésta una inmemorial costumbre germánica que pone al descubierto que incluso en la Baja Edad Media española todavía se seguían usos germánicos, pues -como he dicho en otro artículo: "Esta usanza se encuentra recogida en la "Germania" de Tácito: "Los más valientes se colocan, además, un anillo de hierro (cosa ignominiosa para esta gente) y lo llevan como una atadura hasta que se liberan de ella con la muerte de un enemigo".
Para librarse de esa argolla, Suero de Quiñones se presentó un día ante el rey Juan II, seguido con sus más afectos amigos caballeros y le dijo al rey, ante toda la corte:
"Señor: Deseo justo e razonable es que en los que en prisiones o fuera de su libre poder son, desear la libertad e como yo -Suero de Quiñones- sea en prisión por una señora, por la que traigo todos los jueves este fierro, según es notorio en vuestra magnífica Corte. Yo, poderoso Señor, he concertado mi rescate -de esa prisión- en trescientas lanzas rompidas por el asta con fierros de Milán de mí e de estos nueve caballeros que aquí son...".
Y así se fizo.

Desde el 10 de julio hasta el 9 de agosto estuvo allí Suero de Quiñones, con los caballeros sus amigos que se le ofrecieron para contender con todos los aventureros que quisieran pasar el puente de Órbigo. Se le llamaba "mantenedores" a los que defendían el lugar (un puente, la puerta de un castillo...) y "aventureros" a los que, por buscar gloria en hechos de armas, acudían a la llamada de estos desafíos. Suero de Quiñones era espléndido: él ponía a disposición de sus adversarios -y a expensas de su bolsa- las armas. No se trataba de un desafío que para entablarse hubiera requerido ninguna afrenta; era algo así como lo que hoy día llaman "deporte", pero con un sentido muy elevado de la arriesgada empresa que, en este caso, era librarse de la argolla que Suero de Quiñones hubiera hecho promesa de llevar al cuello por su dama. Hubo otro caso parecido en el Passo de la Fuerte Ventura, en Valladolid, al año 1428 y son muchos los que se pueden contar en Francia: el Pas du Chevalier Aucygne, el Pas de la Dame Sauvage...

Esta proeza caballeresca fue parodiada después por Cervantes en el Quijote, caballero que, ya a los de su tiempo, parecía estrafalario por sus arreos y que, a cada dos por tres, allá por donde iba cerraba el camino a los viajeros, estorbando a las caravanas
de mercaderes, espantando a los cortejos fúnebres y desafiándose con el vizcaíno por ver que todos alababan la fermosura de Dulcinea del Toboso. Pero la gesta protagonizada por Suero de Quiñones en el Passo Honroso de la Puente de Órbigo no era en su época ninguna hilarante caricatura. El caballero, enamorado de una dama cuyo nombre mantiene en secreto por honrarla, llevaba al cuello todos los jueves una argolla como símbolo de su esclavitud amatoria.    Y estos fueron los amigos de Suero de Quiñones, los que en prueba de amistad y lealtad se batieron en la demanda de Suero, retando a cualquier caballero que tuviera voluntad de pasar el Puente de Órbigo:

"Lope de Estúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Álvaro hijo de Álvar Gómez, Sancho de Ravanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Ríos y Gómez de Villacorta".
Esas cosas pasaban en el norte, pues aquí -en las Andalucías- harto teníamos con librarnos de los moros que todavía, desde Granada arrasaban nuestras tierras, secuestraban a nuestros antepasados y no daban tregua a nuestros caballeros, que no tenían tiempo para defender puentes por la gloria de sus damas.
BIBLIOGRAFÍA:
Pero Rodríguez de Lena, "Libro del Passo Honroso defendido por el excelente cavallero Suero de Quiñones", Espasa-Calpe, Madrid, 1970.

Epistolario de Enrique de Villena.
Hernán Pérez de Guzmán, "Generaciones y semblanzas".
Juan de Mena, "Laberinto de Fortuna".
Gutiérrez Pérez, José Carlos, "Martos y su comarca en la Baja Edad Media".
Fernández Espinosa, Manuel, "El origen germánico de las órdenes religioso-militares católicas", RAIGAMBRE..

sábado, 9 de julio de 2016

LAS ESFERAS DEL JARDÍN DE LAS DELICIAS


EL ANDRÓGINO EN TRES MOMENTOS


Manuel Fernández Espinosa


La obra de Jerónimo Bosco es tan compleja que comentar un cuadro suyo siempre será empresa complicada. Sus mismas composiciones tan abigarradas darían para libros y libros. En un blog, mejor nos conformamos con fijarnos en algún detalle por mucho que pequemos de parciales.

Contemplando ese fragmento de arriba, del Jardín de las Delicias, poniendo a un lado la atmósfera que nos insinúa una loca orgía de hombres y mujeres desnudos, nos llama la atención las tres "esferas": en la del primer plano, la mujer está dentro y el hombre la besa desde fuera. En la del segundo plano, translúcida, hombre y mujer están sentados el uno al lado de la otra, inician los preliminares de una relación amorosa. En la del fondo, la pareja está dentro de la esfera, pero ha roto la cáscara y asoman por el agujero, una pierna también sale por otra parte. ¿Pero son tres esferas? ¿Son tres parejas distintas?

Un ligero acercamiento de estas tres escenas permite notar que el parecido fisiognómico del hombre y la mujer -en las tres escenas- es tan pronunciado que haremos bien en suponer que se trata de la misma pareja, en tres momentos distintos sobre un mismo plano.

Es imposible obviar que estas esferas nos sugieren el mito del "andrógino" (que en "El Banquete" de Platón, es sabido, se nos presenta como esférico): en la del primer plano, el hombre está fuera y la mujer dentro, lo que sugiere una primera comunicación: ¿se meterá el hombre dentro de la esfera? Es el primer encuentro y habría que verlo como el inicio de la relación: la esfera es todavía opaca y la reintegración perfecta del hombre y la mujer no se ha cumplido. La esfera del segundo plano se halla translúcida: el hombre y la mujer se comunican, al margen del mundo exterior, y se ha establecido la reintegración perfecta de lo masculino y lo femenino. En la esfera tercera, otra vez opaca, la pareja ha abierto una "ventana" al mundo exterior, contemplando lo que hay fuera.

El Bosco nos ha contado una historia de amor.

Esfera del primer plano
Realización del Andrógino

Esfera del fondo

martes, 5 de julio de 2016

LAS TRAMPAS DE LA MISANTROPÍA


UNA APROXIMACIÓN A LA INTERPRETACIÓN DEL CUADRO DE BRUEGHEL


Manuel Fernández Espinosa

A la maestría técnica que caracteriza a los maestros flamencos, este cuadro de Pieter Brueghel el Viejo (Breda. 1525/1530-Bruxelas, 1569) añade una enseñanza. El cuadro es de 1568, un año antes de finar su autor, se conserva en el Museo Nazionale di Capodimonte (Nápoles) y se le conoce como "El misántropo".

La leyenda que va al pie del mismo reza:

"Om dat de werelt is soe ongetru / Daer om gha ic in den ru".

"Debido a que el mundo es tan traicionero / Me visto de luto".

La figura enlutada con largo manto, encapuchada, de luenga barba y afilada nariz, destaca en primer plano por su esbeltez y el negro de su vestido, contrastando con el ameno paisaje del fondo en el que se puede ver un molino de viento, un pastor con su rebaño, árboles y campo. El hecho es que el personaje principal -el encapuchado, el misántropo- no avanza hacia la derecha, sino que camina hacia la izquierda, con lo que con ello se nos insinúa simbólicamente que no avanza, sino que retorna, que parece "estar de vuelta".

El personaje agachado que va a la zaga del encapuchado es tal vez la figura enigmática que más contribuye a añadir una inquietante atmósfera al cuadro; sin ese personaje de ojos desorbitados, propios de un poseso o de un demente, el cuadro no sería otra cosa que la representación del paseo de un ermitaño o un peregrino haciendo su camino. A todo esto, el misterioso personaje que sigue al misántropo está indeterminado sexualmente: podría ser lo mismo un hombre que una mujer fea y loca. Sea lo que sea, va descalzo, vestido con lo que parece un camisón o blusón y no sólo destaca por su cara alucinada y hasta maligna, sino que -por si fuese poco- está introducido en una esfera que parece de cristal, de la que sólo tiene fuera las piernas y los brazos.

La esfera, al estar rematada por una cruz, evoca el Orbe (la bola del mundo) como atributo de la realeza: el rey, coronado, era frecuentemente representado con Cetro (en el caso de San Fernando Rey, con espada) y con el Orbe, siendo el Orbe el símbolo del territorio sobre el que el rey imponía su gobierno, el reino. Pero más que un símbolo político, cabe presumir que la indefinición sexual del personaje de la esfera podría sugerirnos que se trata de una de las dos partes que compondrían el andrógino primordial; recuérdese que -según Platón- el hombre en estado paradisíaco era andrógino y esférico, siendo la esfera la imagen de la totalidad y de la perfección. ¿Qué es lo que hace ese personaje misterioso? Agachado, en actitud sigilosa, sin que lo advierta el meditabundo encapuchado, parece que le está quitando algo; algunos han creído ver burdamente que le quitaba la bolsa de monedas, pero lo que ostenta en sus manos parece un órgano desgarrado, en concreto un corazón.

Dos elementos quedan todavía que pasan inadvertidos para los ojos si no se mira bien el suelo sobre el que pisa el encapuchado. Por un lado, vemos tres abrojos a los que se aproxima el personaje principal. Estos abrojos, llamados por los romanos "caltrops" o "tribulus" fueron usados desde antiguo como trampa para pies. Flavius Vegecio dice: "Un abrojo es un artefacto compuesto por cuatro pinchos unidos de tal forma que de cualquier manera que se lance al suelo, descansa sobre tres y presenta el cuarto hacia arriba" ("De re militari"). 

Tríbulos o abrojos del camino


Un poco más arriba de los abrojos, pueden verse dos setas. Sobre las setas nos dice Angelo de Gubernatis (Turín, 7 de abril de 1840 – Roma, 20 de febrero de 1913) que: "A cause de leur génération apparemmet spontanée, Porphyre appelait les champignons fils des dieux. Le héros solaire se cache parfois sous un champignon; dans ce cas, évidemment, le nuage est représenté comme un champignon. [...] On m'écrit de la Terra d'Otranto que l'on y croit vénéneux les champignons qui poussent près du fer, du cuivre, ou de quelque autre métal. Cette croyance tient sans doute à l'usage peut-être tout aussi superstitieux de jeter une pièce de métal dans l'eau où l'on fait bouillir les champignos, avec l'idée que la substance vénéneuse des champignons, dès qu'on les cuit, s'attache immédiatement aux corps métalliques." ("La mythologie des plantes ou les legendes du regne vegetal", Angelo de Gubernatis.)

Traducido a la ligera leemos: "Debido a su aparente generación espontánea, Porfitio llama a las setas "hijas de los dioses". El héroe solar a veces se esconde debajo de una seta, presentándose en ese caso la nube como un hongo [...] Según he oído en mi Tierra de Otranto, se cree que las setas venenosas crecen cerca del hierro, el cobre o algún metal. A esta creencia se debe probablemente que se lance supersticiosamente una pieza de metal en el recipiente donde hirvieron setas, con la idea de que el veneno de la seta se adhiera en la cocción al cuerpo metálico".

Una vez expuestos los elementos que nos parecen más significativos del cuadro es la hora de ofrecer una interpretación simbólica del mismo.

Del misántropo en general dice nuestro Padre Juan Eugenio Nieremberg (Madrid, 9 de septiembre de 1595 - ibíd. 7 de abril de 1658) que "...hubo filósofos que aborrecían grandemente a todo el género humano, por verle guiarse por pasión y no por la razón: entre los cuales Timón, filósofo ateniense, fué el inventor y el más apasionado predicador de esta secta; porque, no sólo se nombraba enemigo capital de los hombres, diciéndolo á todos en su cara, pero hacía obras tales que confirmaban sus palabras; como fueron no conversar ni morar entre gentes, vivir siempre en el desierto con las bestias y fieras, apartado de toda vecindad y poblado, porque nadie le visitase". El juicio que le merece a Nieremberg la actitud de Timón de Atenas lo resume así: "Faltó a este filósofo la fe y la caridad; y así, no distinguiendo entre la malicia y la naturaleza humana lo aborreció todo, habiéndose sólo de aborrecer la malicia pero amar á la naturaleza." ("Diferencia entre lo temporal y eterno")

El misántropo no es un personaje simpático desde el punto de vista del cristianismo por faltar a la caridad y la fe. Nuestro encapuchado se ha apartado de toda la industria de los hombres (el molino de viento), se mantiene lejos de los hombres (del pastor -el gobernante- y del rebaño -los gobernados), anda por los yermos cabizbajo, oculto en su manto negro, con los labios fruncidos y mano sobre mano, en una actitud corporal que indica recelo, incluso parece querer tener a distancia la naturaleza (los árboles); pero su voluntad de apartarse de todo trato con las gentes es frustrante, el mundo -el siniestro personaje que lo persigue- le está robando el corazón: toda fuga es fallida, lo que se demuestra en ese personaje siniestro que le sigue, dentro de la esfera (¿la otra parte andrógina que le faltó al misántropo para reintegrarse? ¿su pareja fallida y depravada hasta devenir en súcubo que le burla y le sustrae el corazón?); el camino del misántropo no parece buen camino, sus pies bajo el manto talar lo dirigen -en su ensimismamiento- en derechura a los abrojos. Las setas han crecido cerca del hierro de los tríbulos férreos (resonando las antiguas supersticiones que refería Gubernatis), pero a su vez tengamos en cuenta que las setas siempre son equívocas: pueden ser sabrosos alimentos, pero si no se las sabe distinguir, también son un veneno mortífero.

El misántropo no se librará del mundo traicionero, por mucho que vista de negro. Se requiere otra actitud. 

Dos setas